Evitar los cuatro factores de riesgo claves (el sobrepeso, el tabaquismo, la hipertensión y la diabetes) puede ayudar mucho para protegerle de una importante causa de muerte, la insuficiencia cardiaca.
Eso encuentra una nueva investigación que se basó en datos del histórico Estudio Cardiaco de Framingham. Otro estudio, que también aparece en la edición en línea del 9 de junio de la revista Circulation, describe una nueva manera de predecir las probabilidades a treinta años de que una persona padezca insuficiencia cardiaca.
Se calcula que la insuficiencia cardiaca afecta a unos cinco millones de estadounidenses y tiene algo que ver con 300 mil muertes al año en los EE. UU., según la American Heart Association.
No es ninguna noticia que el exceso de peso, el tabaquismo, la hipertensión y la diabetes pueden aumentar el riesgo de insuficiencia cardiaca, apuntó el Dr. Ramachandran S. Vasan, investigador principal del Estudio Cardiaco de Framingham y profesor de medicina de la Universidad de Boston, quien fue coautor de ambos estudios. Pero la profundidad de la investigación ofrecida aquí es novedosa, señaló.
Por ejemplo, las estadísticas de Framingham «abarcan más de dieciséis años en el pasado. La larga duración del seguimiento provee un análisis mucho más robusto», apuntó Vasan.
El esfuerzo de Framingham se inició con un examen de más de 4,200 residentes de Framingham en los 70, cuya edad promedio en el momento era de 45 años. Vasan y su equipo añadieron entonces los datos de los hijos de los participantes originales. Se realizaban exámenes de seguimiento para ver qué tan íntimamente se correlacionaban los cuatro factores de riesgo con el engrosamiento progresivo del ventrículo izquierdo del corazón, una cámara que bombea sangre. Este engrosamiento gradual del músculo cardiaco contribuye en gran medida a la insuficiencia cardiaca.
El análisis de 16 años encontró que las mujeres tenían una tasa de mayor tamaño y más pronunciada de engrosamiento ventricular, y por tanto un mayor riesgo de insuficiencia cardiaca que los hombres. También mostró una relación muy cercana entre los cuatro factores de riesgo y un engrosamiento de la pared de la cámara del corazón.
De hecho, «la gente que tenía menos factores de riesgo casi no experimentaron aumento en la masa ventricular izquierda con la edad», enfatizó Vasan. «Las personas que tenían más factores de riesgo tuvieron un aumento más marcado de la masa ventricular izquierda con la edad».
Otro avance descrito en el segundo estudio es un tipo de «calculadora» que permite una evaluación a mayor plazo de las probabilidades de contraer insuficiencia cardiaca de un paciente joven, apuntó Michael J. Pencina, profesor asociado de bioestadísticas de la Universidad de Boston y coautor del informe junto a Vasan.
«Hasta ahora, la predicción y evaluación del riesgo se basa en diez años y periodos más cortos», dijo Pencina. «Proponemos una calculadora del riesgo a treinta años. Será un desarrollo útil para las personas que tienen entre veinte y treinta años y que desean un panorama más abarcador de lo que les sucede».
La calculadora, que estará disponible a través de la American Heart Association, permitirá a la mayoría de personas determinar cuál es su situación, comparado tanto con la población en general como con el ideal, explicó Pencina.
«Proveemos un perfil óptimo y uno normal», apuntó. «El perfil normal no encaja completamente con las directrices recomendadas, sino que son lo que vemos en la población general. Si el perfil individual excede el perfil óptimo o norma, éste debe ponerse en contacto con un médico y conversar sobre los factores de riesgos, a qué niveles deberían estar, y si el médico recomendaría intervenciones en el estilo de vida o de otra naturaleza».
Junto a esos informes, la American Heart Association publicó dos declaraciones de información científica para las personas en alto riesgo de insuficiencia cardiaca.
Uno de ellos se dirigía a pacientes de diabetes tipo 2. Según la AHA, estos individuos deben realizar al menos dos horas y media de ejercicio de intensidad moderada o una hora y media de ejercicio aeróbico vigoroso cada semana, además de levantar pesas.
La segunda información advertía contra el uso exclusivo del índice de masa corporal (IMC) para determinar la obesidad. El IMC, que es el peso en kilogramos divididos por la estatura en metros cuadrados, es una medida clínica común del peso, y el sobrepeso se define como un IMC superior a 25, mientras que la obesidad es un IMC superior a 30. Según tales medidas, un tercio de los estadounidenses tienen sobrepeso o son obesos.
El problema con el IMC es que se trata de «una media demasiado sencilla», dijo la Dra. Cora E. Lewis, profesora de medicina y salud pública de la Universidad de Alabama en Birmingham, autora principal de la información científica. «En realidad informa sobre la masa total del cuerpo. No puede diferenciar entre las partes gordas y delgadas, y no puede informar sobre la localización de la grasa».
La circunferencia de la cintura puede ser una buena medida del riesgo de obesidad, apuntó Lewis, y la grasa en la parte media del cuerpo es la peor. «Estudios muestran que una persona con el cuerpo en forma de manzana tiene un mayor riesgo que alguien que parece una pera», explicó.
Lewis añadió que la actividad física, hacer dieta y otras medidas para reducir la grasa corporal son particularmente importantes para las personas que padecen diabetes.
FUENTES: Ramachandran S. Vasan, M.D., professor, medicine, Boston University; Michael J. Pencina, Ph.D., associate professor, biostatistics, Boston University; Cora E. Lewis, M.D., professor, medicine and public health, University of Alabama at Birmingham; June 8, 2009 Circulation