Los programas escolares de actividad física deberían ser una parte clave de los esfuerzos para ayudar a los adolescentes a desarrollar hábitos saludables para toda la vida, concluyeron los autores de una revisión de 26 estudios sobre esos programas.
Los resultados destacan la importancia de «repensar los días escolares para ofrecerle a los niños más oportunidades diurnas de hacer actividad», explicó en un comunicado de prensa la doctora Maureen Dobbins, de la McMaster University, en Ontario, que codirigió la revisión.
La Organización Mundial de la Salud dijo que las escuelas deberían ser un «objetivo» de las estrategias para promover la actividad física en los adolescentes, señaló el equipo en el artículo publicado en la edición en internet de The Cochrane Library, que publica revisiones sistemáticas de estudios médicos con recomendaciones de salud basadas en evidencias.
El equipo revisó la literatura médica en busca de estudios sobre programas escolares de actividad física e identificó cuatro de alta calidad metodológica y 22 de moderada calidad. Los estudios incluyeron a niños y adolescentes de 6 a 18 años y se realizaron en América del Norte, del Sur, Australia y Europa.
Siete estudios analizaron cómo las intervenciones modificaban la frecuencia o duración de la actividad física al aire libre que hacían los alumnos, mientras que sólo uno se ocupó de la duración de la actividad y de la VO2 máximo (una medida de aptitud física).
Pero existe «buena evidencia» de que las intervenciones ayudaron a los niños a pasar más tiempo haciendo actividad física y menos tiempo frente al televisor, indicó el equipo.
Las intervenciones disminuyeron también el nivel de colesterol de los participantes y aumentaron su aptitud cardiovascular. Con todo, no modificaron significativamente el índice de masa corporal o la presión de los alumnos.
Sólo uno de los estudios revisados analizó los efectos de largo plazo de las intervenciones físicas escolares, indicó el equipo, y las nuevas investigaciones deberían evaluar los efectos de largo plazo.
Según el equipo, los programas deberían incluir a los padres para ser más efectivos y deberían estar a cargo los especialistas en educación física y no de docentes con entrenamiento especial.
«Dado que las intervenciones físicas escolares no producen daños y están asociadas con algunos efectos positivos, esas actividades deberían continuar» y estar auspiciadas por las autoridades de salud pública, concluyó el equipo.
FUENTE: The Cochrane Library, Número 1 del 2009