Existen dos tipos de vitaminas. Una de ellas son las Liposolubles, que se acumulan en nuestro organismo, por lo que no es necesario consumirlas a diario, en tanto que las Hidrosolubles que se desechan ,deben obtenerse diariamente a través de los alimentos.
Las vitaminas A, D, E y K forman parte de las primeras, mientras que la vitamina C, la B1, B3 y la B12 forman parte de las Hidrosolubres.
La vitamina A es una de las más conocidas por sus múltiples beneficios.
Entre las funciones más destacadas de esta vitamina también conocida como Retinol, se encuentra la protección de la piel, además de ser esencial para el crecimiento y desarrollo de los huesos, la fabricación de enzimas en el hígado y el fortalecimiento del sistema inmunológico, en especial del respiratorio (pues facilita el combate a las gripes, faringitis o bronquitis), ya que estimula la respuesta de los anticuerpos y de algunas células como los fagotitos y linfocitos.
La vitamina A también es conocida por su importancia para la vista ya que ayuda a la visión nocturna, pero también por su relevancia para la función reproductiva, pues contribuye a la producción de esperma y contribuye al ciclo reproductivo femenino. También se le considera como un antioxidante natural, por lo que previene el envejecimiento celular.
En el caso de una mujer embarazada, contribuye a que el desarrollo del feto se realicen de manera adecuada.
Cuando se presenta una deficiencia de esta vitamina, la persona puede sufrir resequedad en los ojos, bajas defensas ante enfermedades causadas por virus o bacterias, aumenta el riesgo de sufrir problemas óseos, además de enfrentar cansancio general y pérdida de peso.
Para evitar este problema, se recomienda ingerir una dieta balanceada, con alimentos que contengan vitamina A, es decir, lácteos, yema de huevo y aceite de hígado de pescado, así como vegetales como la zanahoria, calabaza espinacas, lechugas, brócoli, tomate y espárragos y frutas como el durazno, melón y papaya.