La tasa más alta de incidencia en el mundo del síndrome alcohólico fetal se registra en Sudáfrica, pero en general es alta en los países en vías de desarrollo.
Consumir alcohol durante el embarazo puede conducir a un aborto espontáneo o una variedad de discapacidades conocidas como trastornos del espectro alcohólico fetal, de los cuales el más grave es el síndrome alcohólico fetal.
Los niños con este trastorno nacen con defectos físicos y mentales característicos, como baja estatura, así como cabeza y cerebro pequeños.
No hay cura. El tratamiento del síndrome alcohólico fetal se basa principalmente en manejar las discapacidades resultantes para toda la vida, que incluyen dificultades de aprendizaje, problemas de conducta y de lenguaje, retraso en la adquisición de habilidades sociales o motoras, problemas de memoria y déficit de atención.
En los países desarrollados, el aumento reciente de nuevos casos registrados se atribuye, más que a un agravamiento del problema, al hecho de que esos trastornos se conocen mejor y un mayor número de médicos diagnostican el problema. No existen cifras fiables sobre la prevalencia a nivel mundial, pero un estudio realizado en 2005 estimó que la incidencia mundial era de 0,97 por 1.000 nacidos vivos sobre la base de investigaciones llevadas a cabo en los Estados Unidos de América (E.U.A.).
Algunos niños con síndrome alcohólico fetal no son diagnosticados porque son adoptados o acogidos en otras familias y sus nuevos padres no conocen los antecedentes de abuso crónico de alcohol de su madre. En el caso concreto de los trastornos del espectro alcohólico fetal distintos del síndrome alcohólico fetal, los niños afectados puede parecerse a los demás niños, pero es posible que su comportamiento «difícil» sea malinterpretado si no se les ha sido diagnosticado el trastorno.
Dado que el alcohol tiene poder adictivo, aún hay mujeres que beben en exceso durante el embarazo a pesar de recibir el asesoramiento adecuado.