Las bebidas endulzadas artificialmente son cada vez más populares, y se han convertido en una alternativa, sin embargo su elevado consumo se asocia a que la tasa de obesidad en Estados Unidos ha aumentado a niveles epidémicos.
Muchas investigaciones han encontrado que consumir estas bebidas mal llamadas «dietéticas» da como resultado el aumento de peso a largo plazo.
En un interesante estudio realizado recientemente revela el factor psicológico que puede influir ya que con el tiempo las personas aumentan la ingesta de calorías por otras fuentes.
En una serie de experimentos, los investigadores descubrieron que las bebidas endulzadas artificialmente causan un impacto en nuestras reacciones posteriores diferentes al consumo de comida dulce. La investigación sugiere que estos productos activan un antojo, lo que aumenta nuestra vulnerabilidad a la siguiente bebida de alto contenido calórico.
Un cuerpo que cree que está recibiendo un impulso de energía (como el dulce sabor de una bebida con gas) después del consumo requiere más de ese mismo tipo de bebida.
Quienes acostumbran consumir de manera frecuente bebidas endulzadas artificialmente, son 2.93 veces más propensos a consumir su siguiente alimento con alto contenido de azúcar.
Los investigadores sostienen que beber refrescos conedulcorantes produce una disociación de la dulzura con una disponibilidad de energía. Un cuerpo que cree que está recibiendo un impulso de energía (como el dulce sabor de un refresco) se traduce en ansiedad por la siguiente opción alta en calorías que se cruza en nuestro camino.
El alto contenido de endulzantes artificiales de los refrescos y de bebidas llamadas energéticas, se considera uno de los principales culpables del aumento de peso entre las nuevas generaciones y su gusto por consumirlos crece exponencialmente entre los niños.
Las llamadas ‘calorías vacías’, que no aportan nutrientes y son sólo un extra de energía, se esconden en este tipo de bebidas.
Los datos publicados en la revista sobre salud infantil Journal of Pediatrics, son alarmantes, ya que destacan que hasta el 45 por ciento de los menores de 5 años consume una lata de refresco al día, y un 4 por ciento llegaría a los cuatro vasos diarios.
El consumo de refrescos se relaciona con el incremento de la incidencia de los casos de agresión y mala conducta entre los niños que consumen estas bebidas. La explicación está en la fórmula de estas bebidas: que contienen agua carbonatada, jarabe de maíz, aspartame, benzoato de sodio y cafeína, lo que resulta ser un cóctel de excitantes, que estimulan la corteza cerebral en varios niveles, y que tienen un impacto directo en la atención de los niños, así como en el incremento de conductas agresivas e incluso sensación de ansiedad en el caso de verse privados de estas bebidas después de un consumo prolongado.
Las alternativas saludables son agua, jugo de frutas sin agregar azúcar, y leche con bajo contenido en grasa limitando el consumo de las bebidas gaseosas a modo de premio o en ocasiones especiales.
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