Los hechos autobiográficos con fuerte carga emocional se recuerdan más detalladamente que los hechos rutinarios con baja implicancia emocional.
Cuántas veces ha querido tener la habilidad de Joel, el protagonista del film “El eterno resplandor de una mente sin recuerdos” y poder borrar aquellos recuerdos de su historia que ya no quiere? ¿Pero estaría acaso borrando también aquello que le hace ser quien es? ¿Acaso sus recuerdos no determinan su identidad?
La colección de esos recuerdos en nuestro cerebro es aquello que llamamos memoria autobiográfica. La memoria es una función biológica que permite aprender de la experiencia, la información se codifica en nuestro cerebro, se almacena y luego se recupera, permitiéndonos retener conocimiento que puede ser potencialmente útil, reflexionar sobre el pasado y anticiparnos así al futuro. El uso de un término único parece sugerir que la memoria es un sistema unitario, sin embargo hay que entenderla como varios sistemas.
Existen diferentes tipos de memoria.
Una es la memoria autobiográfica que refiere al conjunto de recuerdos que poseemos sobre nosotros mismos, una recolección de eventos experimentados de forma personal acompañada de una sensación de estar “reviviendo” el momento. Ese componente personal le da una particularidad esencial a la memoria autobiográfica: está definida por lo episódico, podemos asignarle un tiempo y un espacio a cada una de nuestras memorias.
¿Se acuerda de la primera vez que conoció el mar?
Cuando nos acordamos de este tipo de eventos, no sólo recordamos dónde fue y con quién estábamos, también revivimos los sentimientos y las sensaciones tales como la del agua en los pies, el ruido del mar y, de alguna manera, las revivimos. Esto tiene sentido porque las estructuras cerebrales que están involucradas en la memoria autobiográfica también alimentan circuitos neurales ligados con las emociones. Estas estructuras incluyen al hipocampo, con un rol esencial en la consolidación de los nuevos recuerdos, y a la amígdala, que es clave en aspectos de la emoción.
Los hechos autobiográficos con fuerte carga emocional se recuerdan más detalladamente que los hechos rutinarios con baja implicancia emocional.
¿Acaso no conservamos el recuerdo de qué estábamos haciendo el 11 de septiembre de 2001 por la mañana?
¿Y el día siguiente? Pero la emoción tiene un rol, además, cada vez que evocamos este tipo de recuerdo. La forma en que recordamos un evento en particular no es muchas veces una recopilación exacta de como sucedió originalmente, sino el modo en que lo relatamos la última vez, y si esa última vez estábamos más contentos, seguramente hayamos cargado con esos condimentos positivos el recuerdo. Por el contrario, si nuestro ánimo era más bien negativo, seguramente el recuerdo tenga un tinte más pesimista.
La memoria cuando se evoca se hace inestable siendo frágil y permeable a nuestras emociones del presente, recordar es en gran parte un acto creativo –y de imaginación–, ya que las memorias se reconstruyen cuando las evocamos. La memoria autobiográfica puede también verse afectada en diversas condiciones neurológicas y psiquiátricas . Esto puede ser frustrante para el paciente y muy consternante para sus familiares, que poco a poco sienten cómo esos rasgos identitarios de su ser querido se van deteriorando. La memoria autobiográfica es la que nos permite, entonces, recordar no sólo los eventos, sino también revivir aquellos sentimientos asociados a esos eventos.
Si borrásemos nuestros recuerdos autobiográficos, perderíamos gran parte de lo que somos. Al fin de cuentas, más importante que el lugar en el cual nos hallamos es el camino que recorrimos para llegar.