Hay una esperanza para las personas que sufren de arritmia, el latido irregular del corazón. Si aprenden a controlar sus emociones, tal vez no necesiten un desfibrilador implantado.
Esa es la esperanza de un proyecto de investigación dirigido por la Dra. Rachel Lampert, profesora asociada de cardiología y electrofisiología de la Universidad de Yale. Se basa en un fenómeno conocido como alternancia del microvoltaje de la onda T, que está atrayendo atención en la comunidad cardiológica.
La onda T es el último tramo del electrocardiograma (ECG), que registra la actividad eléctrica del corazón a medida que este late. La alternancia del microvoltaje de la onda T es una amplia variación en la altura o regularidad de ese tramo. Varios estudios han relacionado la alternancia del microvoltaje de la onda T con el riesgo de una arritmia cardiaca potencialmente letal que se puede prevenir mediante la implantación de un desfibrilador, que administra choques para mantener el corazón latiendo de forma regular.
La alternancia del microvoltaje de la onda T puede detectarse mediante una prueba de resistencia física. Un informe de la autoría de Lampert que aparece en la edición del 3 de marzo de la revista Journal of the American College of Cardiology sobre 62 personas que tenían desfibriladores implantados amplió ese hallazgo al administrarles pruebas de estrés mental, algo tan sencillo como recordar una situación reciente en que se sintieron enojados u ofendidos.
Durante los tres años siguientes, el 16 por ciento de los participantes experimentaron arritmias que activaron sus desfibriladores implantados, y se encontró que tenían una alternancia del microvoltaje de la onda T más alta que los que no experimentaron arritmias.
«Una implicación del estudio es que los cambios en el ECG que se ven con la rabia es lo que se observa en una prueba de estrés», apuntó Lampert. «¿Es una prueba de la rabia tan buena como una prueba de esfuerzo? Esto sugiere que es así».
El estudio también ayuda a demostrar por qué la rabia puede llevar a una muerte repentina, enfatizó. «Sentirse enojado puede provocar arritmias», aseguró Lampert. «Demuestra lo que la ira le hace al sistema eléctrico del corazón. En el laboratorio, la ira predice arritmias en el futuro».
Tal vez una prueba de ira pueda ser tan pronosticadora del futuro como una prueba de esfuerzo físico, dijo, «pero es demasiado pronto para decir que podemos implantar un desfibrilador por la alternancia del microvoltaje de la onda T».
Además, debido a que el estudio indica que la rabia puede causar una inestabilidad eléctrica en el corazón, «sugiere que las intervenciones dirigidas a controlar la rabia pueden ser una manera de reducir la exposición a las arritmias», dijo Lampert. Un estudio que se está llevando a cabo en la Yale actualmente evalúa esa idea.
«Tomamos a personas que tienen desfibriladores, medimos su alternancia del microvoltaje de la onda T y los inscribimos en un programa de autocontrol», explicó. «Deseamos ver si es posible mejorar su calidad de vida».
El estudio durará unos cinco años, dijo Lampert. Mientras tanto, algunos de sus objetivos pueden ponerse en práctica en la vida real, aseguró.
«Estamos pensando en cómo manejamos el estrés en nuestras vidas», dijo Lampert. «Estamos pensando en la gestión del estrés psicológico. Hay muchas maneras en que la gente puede gestionar el estrés en su vida».
Un editorial acompañante del Dr. Eric J. Rashba, profesor de medicina y director de electrofisiología del Centro cardiológico del Hospital universitario Stony Brook en Nueva York, dijo que los resultados del estudio «proveen la primera evidencia de que los pacientes con altos niveles de alternancia del microvoltaje de la onda T inducidos por la rabia durante pruebas provocadoras están en mayor riesgo de arritmias ventriculares detectables por desfibriladores cardiacos implantados».
Pero escribió que se necesitan más estudios para probar el valor de la alternancia del microvoltaje de la onda T inducida por la rabia en la predicción de la necesidad de desfibriladores implantados.