Poder sin estatus

Los poderosos poco reconocidos socialmente, tiende a ser déspotas, revela un estudio publicado en el Journal of Experimental Social Psychology.

El mundo quedó consternado con las imágenes que circularon en el 2004 mostrando soldados de E.U. de bajo rango que abusaron física y sexualmente de los prisioneros en la prisión Abu Ghraib en Iraq.

Está claro que las personas que tienen poder pero están en puestos poco relevantes y que no despiertan respeto, ni admiración, es decir de bajo estatus, tienden a humillar y a abusar de los demás.

El poder, definido como la capacidad de controlar y el estatus, considerado el respeto y la admiración, representan las dimensiones fundamentales de la jerarquía social.

Para entender la interacción entre poder y estatus, hay que analizarlos por separado. La falta de status hace que la persona se sienta no respetada ni apreciada, lo cual puede desencadenar comportamientos compensatorios agresivos, enfocados a levantar su autoestima. Diversas investigaciones han sugerido que la falta de estatus lleva a la violencia.

El poder también se ha relacionado con tendencias agresivas y humilantes. A mayor poder, mayor comportamiento humillante. El poder aumenta la tendencia a denigrar y lastimar a los demás. Algunas investigaciones indican que el poder fomenta los intereses propios al facilidad el sensación de merecerlo todo y perseguir los objetivos para obtener el reconocimiento. En contraste, los individuos sin poder se inhiben.

Los que tienen el poder deshumanizan a los demás, pero solo cuando el hacerlo facilita que alcancen su objetivo. Con base en estas ideas, se propone que los individuos que carecen de estatus pero poseer poder pueden actuar con resentimiento debido a que no se sienten respetados y en consecuencia humillar a los demás.

Para demostrar su hipótesis de que el tener poder sin estatus lleva a los individuos a humillar a los demás, los investigadores asignaron a los participantes roles de alto y de bajo poder con estatus alto o bajo. Posteriormente observaron la interacción entre ellos.

Para medir el comportamiento humillante, los investigadores pidieron a 58 personas no tituladas evaluar 14 ctividades. Se pidió a los participantes que se imaginaran realizando dichas actividades y calificarlas como humillantes, degradantes o incómodas.

Los 5 comportamientos más humillantes fueron los siguientes : pedir que digan “soy roñoso”, decir “no soy digno” 5 veces, ladrar como perro 3 veces, decir al que hace el experimentos 3 razgos negativos propios y contar hacia atrás desde 500 de 7 en 7.

Las 5 actividades menos consideradas como las menos humillantes fueron las siguientes: escribir un breve ensayo acerca de las actividades del día anterior, contar un chista al que hace el experimento, aplaudir 50 veces, hacer 5 lagartijas y saltar 10 veces en un pie.

En el estudio participaron 213 alumnos de nivel licenciatura y fueron divididos en roles de “creador de ideas”, como puesto de alto estatus, admirado y respetado y “trabajadores” como puesto de bajo estatus en una firma virtual.

Posteriormente se informó a los participantes que habría un selección para ganar un bono de 50 dólares y que para calificar para la selección, deberían dictar a sus compañeros, independientemente del puesto que desempeñen, que actividades deben realizar. Se les dio la lista de las 10 actividades citadas anteriormente y a unos se les dio el poder de eliminar a sus compañeros y a otros no.

Los resultados demostraron que los que tenían poder con bajo status solicitaron actividades más humillantes a sus compañeros que los que tenían bajo status sin poder. En tanto los de status alto con o sin poder no resultaron déspotas.

El estudio confirmó que cuando una persona tiene poder pero carece de reconocimiento y aceptación por parte de la sociedad, se vuelve resentida y tiende a desquitarse con el prójimo.

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