Tal vez sea un viejo consejo, pero un estudio reciente ofrece pruebas de que puede hacer una diferencia en la longevidad.
Las personas que tenían las mejores dietas redujeron su riesgo de muerte en 25 por ciento durante un seguimiento de diez años, apuntó la autora del estudio Ashima Kant, profesora de nutrición del Colegio de la Queens de la Universidad de la Ciudad de Nueva York.
Kant y colegas extrajeron información de una base de datos de los Institutos Nacionales de Salud y AARP que incluía a más de 350 mil hombres y mujeres, y evaluaron la relación entre los hábitos alimentarios y el riesgo de muerte durante el periodo de seguimiento. Dividieron a los participantes en cinco grupos, dependiendo de qué tan de cerca seguían las Directrices dietéticas para los estadounidense de 2005 del Departamento de Agricultura de los EE. UU.
«Si se encontraba en el quinto superior de estas puntuaciones, el riesgo de morir durante el periodo de seguimiento era entre veinte y 25 por ciento más bajo», aseguró Kant. Encontró diferencias sexuales, ya que las mujeres que comían más sanamente reducían su riesgo de muerte en 25 por ciento y los hombres en veinte por ciento.
«Hace tiempo exhortamos estos tipos de conductas», apuntó. Otros estudios han encontrado un beneficio de supervivencia, pero han tendido a evaluar alimentos en particular, señaló. «Esto logra observar todas esas características dietéticas de manera colectiva», dijo.
El equipo de Kant preguntó a los participantes sobre seis componentes de una dieta sana, entre ellos la ingesta de frutas, verduras, lácteos bajos en grasa, granos integrales, carne magra y aves, y grasa.
Explicó que para obtener una puntuación superior, la gente no tenía que seguir una dieta perfecta. Por ejemplo, «si una persona comía cinco o seis porciones de verduras por semana, eso les daría la puntación más elevada [en esa pregunta]», apuntó.
«No es que haya que hacer todo [lo que está recomendado en las directrices dietéticas] para obtener algún beneficio de salud», dijo, y anotó que los participantes de los grupos que tenían puntuaciones más bajas (pero no las más bajas de todas) también tendían a vivir más. Por ejemplo, las mujeres que se hallaban en el segundo grupo superior en cuanto a las puntuaciones dietéticas tenían veinte por ciento menos probabilidades de morir y los hombres de ese grupo 17 por ciento menos probabilidades.
El estudio aparece en la edición de julio de The Journal of Nutrition.
Unos buenos hábitos alimentarios podrían también ayudar a retrasar el avance del endurecimiento de las arterias, según otro estudio distinto que aparece en la edición de julio de The American Journal of Clinical Nutrition. Investigadores de la Universidad de Tufts y la Universidad de Wake Forest evaluaron el efecto de una buena dieta sobre el avance de la enfermedad de la arteria coronaria en 224 mujeres posmenopáusicas que padecían la enfermedad cuando se inscribieron en el Estudio de reemplazo de estrógeno y ateroesclerosis. Encontraron que mientras mejor era la dieta, más lento era el avance de la enfermedad.
«Ambos estudios encuentran cosas similares», apuntó Penny Kris-Etherton, profesora distinguida de nutrición de la Universidad estatal de Pensilvania, quien escribió un editorial para acompañar al estudio de la ateroesclerosis.
«Estamos obteniendo cada vez más evidencia de que la dieta [cuando no es buena] puede tener que ver con el desarrollo y avance de enfermedades crónicas, y con la mortalidad por todas las causas», enfatizó.
¿Inspirarán los hallazgos a la gente, sobre todo el hecho de que los que obtuvieron el mayor beneficio tampoco tenían una dieta perfecta?
«Como nutricionista, se trata de ser optimista y esperar que ocurra», dijo Kris-Etherton. «Pero a veces la sociedad lo dificulta. Vivimos en un ambiente en donde hay tantas opciones de comida que no concuerdan con nuestras directrices [dietéticas]».
FUENTES: Ashima Kant, Ph.D., professor, nutrition, Queens College of the City University of New York, Flushing, N.Y.; Penny Kris-Etherton, R.D., Ph.D., distinguished professor, nutrition, Penn State University, University Park, Pa.; July 2009 The Journal of Nutrition; July 2009 The American Journal of Clinical Nutrition