Aunque pocas veces se le considera como una fuente de problemas graves entre la parejas, la falta de un bebé en muchos casos se convierte en causa de depresión, discusiones y constantes enfrentamientos.
Conflictos que se originan en el deseo de tener un bebé pero también en la presión que representan los comentarios de familiares y amigos. Con el paso del tiempo, esta presión se va incrementando y puede generarse un sentimiento de distanciamiento entre la pareja, incrementado las acusaciones mutuas.
Cuando el problema reside en el hombre, éste suele deprimirse, aislarse e incluso rehuir la intimidad pues la cultura mexicana considera que la fertilidad está directamente asociada con la virilidad. En la mujer, se presenta un cuadro similar pues ve disminuido su interés erótico y siente que no cuenta con una de las principales características de la femineidad, que es la posibilidad de generar vida.
Problemas que pueden incrementarse al iniciar un tratamiento médico, pues además de las incomodidades que pueden implicar algunos de los procedimientos, la pareja debe enfrentar la pena y el estrés que pueden rodear a los estudios de fertilidad.
Sin embargo es importante comprender que pese a las prejuicios que rodean ese problema, debe comprenderse que se trata de un padecimiento como cualquier otro y que no está relacionado con la virilidad ni con la feminidad y por lo tanto no debe ser causa de sentimientos de culpa, burlas ni comentarios despectivos.
En caso de que la pareja ya enfrente conflictos por esta causa, es recomendable que platiquen sus miedos y dudas y que de ser necesario no duden en buscar ayuda psicológica a fin de contar con el apoyo de profesionales que les oriente sobre este tipo de problemas y les enseñe a manejar las situaciones ocasionadas por la falta de un bebé. Asimismo puede ser de importancia para que la pareja decida buscar otras opciones como la adopción.