El trastorno conversivo es una condición psiquiátrica en la cual no existe un daño orgánico subyacente, pero que provoca síntomas físicos muy aparatosos.
La Dra. María Martina Jurado catedrática de la Facultad de Psicología de la UNAM explica que la persona con trastorno conversivo puede dejar de caminar , dejar de hablar , dejar de ver , en cuyo caso habría que averiguar qué es lo que está viviendo en ese momento la persona para descubrir lo que la llevó a dicha manifestación.
Una característica del trastorno conversivo, es que si bien el origen del problema es psicológico, en ningún momento existe simulación por parte de los pacientes. Los síntomas del trastorno conversivo son reales y no están bajo control del enfermo. Entre las causas más comunes, se encuentran los trastornos de ansiedad.
La Dra. Jurado comenta que cuando estamos muy angustiados y no lo podemos hablar no lo podemos expresar, no lo podemos solucionar, entonces esto se refleja en nuestro cuerpo y principalmente las mujeres lo pueden traducir a través de este tipo de conductas
Si bien puede afectar a ambos géneros, el trastorno conversivo es mucho más común en las mujeres a cualquier edad. Dice la Dra. Jurado que desde niñas el trastorno conversivo puede estar relacionado con una dificultad para resolver situaciones y entonces esta angustia se va incrementando y al estar almacenando esta gran angustia en muchas ocasiones se traduce en síntomas en alguna parte del cuerpo.
Quienes tienen mayor predisposición a desarrollar el trastorno conversivo, son las personas preocuponas, que se estresan con facilidad y no encuentran salida a sus problemas. Comenta la profesora de la UNAM que son personalidades frágiles que se sienten que no pueden salir adelante.
El manejo implica un tratamiento integral, combinando tanto los medicamentos para bajar la ansiedad como el tratamiento psicoterapéutico que es el que va incidir sobre la problemática, dice la Dra. Jurado.
Una variante del trastorno conversivo es el llamado trastorno conversivo epidémico, en el cual el problema se contagia entre pares y es más común en establecimientos escolares entre los 11 y 15 años de edad.