Las personas que fácilmente se ruborizan, no deben confundirse con personas con ansiedad social o con un sentimiento constante de vergüenza. Resultan ser más generosas, confiables, inocentes y convenientes en situaciones sociales, según un estudio publicado en la Revista de Personalidad y Psicología Social.
Los niveles moderados de vergüenza son signos de virtud, comenta el Dr. en Psicología Mateo Feinberg de la Universidad de California, Berkeley, los datos sugieren que la vergüenza es algo bueno, no es algo que debemos rechazar.
Los investigadores realizaron una serie de experimentos para evaluar cómo el ruborizarse es una emoción auténtica. Durante el estudio registraron en 60 estudiantes universitarios, sus momentos más embarazosos.
Los investigadores también evaluaron la relación entre la vergüenza y la confianza de los participantes después de ver a un actor decir que había recibido una puntuación perfecta en un examen. El actor se veía obligado a pasar una gran vergüenza, o estar orgulloso de este logro. Si la reacción del actor era de vergüenza, los participantes creían más en él.
Fisiológicamente, la vergüenza se localiza en la parte frontal del cerebro, la corteza cingulada anterior pregenual.