Anualmente se detectan 250 000 nuevos casos de lepra. A pesar de la implementación de una terapia con múltiples fármacos, la lepra no ha logrado erradicarse.
Un tercio de los pacientes recientemente diagnosticados con lepra tienen daño en los nervios y pueden desarrollar discapacidades, aunque la proporción varía de acuerdo con diversos factores, incluyendo el nivel de auto-cuidado de la persona.
Las mujeres que desarrollan lepra siguen estando en mayor desventaja debido a un retraso en el diagnóstico y en consecuencia con altos índices de discapacidad.
Es mucho lo que se ha avanzado en el manejo de la lepra al disminuir los niveles de pobreza y mejorar los servicios de salud. Sin embargo, un artículo de revisión publicado por la revista médica The Lancet sugiere el desarrollo de herramientas para lograr un diagnóstico temprano y la detección oportuna de infección y el daño a los nervios, así como encontrar la fórmula estratégica para el manejo de las complicaciones crónicas de la lepra como es el caso de las reacciones mediadas por el sistema inmune y la neuropatía.
También se recomienda realizar estudios moleculares del genoma de la bacteria causante de la lepra: el Mycobacterium leprae, vacunar a las personas contra la tuberculosis con la BCG y dar tratamiento preventivo a las personas que viven con una persona con lepra.
La lepra no es una enfermedad muy contagiosa, es de difícil transmisión y tiene un largo período de incubación, es decir el tiempo entre el contagio y la aparición de los síntomas, lo cual dificulta determinar el momento y el lugar donde se contrajo la enfermedad. Los niños son más susceptibles que los adultos para contraerla.
La lepra tiene dos formas comunes: la tuberculoide y la lepromatosa, las cuales tienen subdivisiones adicionales. Ambas formas ocasionan úlceras en la piel, pero la forma lepromatosa es la más severa y produce produce grandes protuberancias y nódulos deformantes.
Todas las formas de esta enfermedad causan finalmente daño neurológico en brazos y piernas, lo cual ocasiona pérdida de la sensibilidad en la piel y debilidad muscular. Las personas con lepra prolongada pueden perder el uso de las manos o los pies debido a las lesiones repetitivas ocasionadas por la ausencia de sensibilidad.