Se trata del primer equipo de científicos que demuestran que su dispositivo funciona tras ser implantado en un animal vivo, las células de biocombustibles podrían ser usadas para alimentar con energía a una amplia gama de implantes médicos, desde sensores y dispositivos para suministrar medicamentos internamente hasta órganos artificiales.
Todo lo que se necesita para activarlos es comer una barra dulce o una bebida gaseosa.
También ha comenzado el desarrollo de miembros artificiales como manos, dedos e incluso ojos. Pero todos tienen un talón de Aquiles: necesitan de electricidad para funcionar. Las pilas son lo suficientemente buenas para algunos implantes que no requieren mucha energía, pero se agotan muy rápido.
Incluso dispositivos que no usan mucha electricidad, como los marcapasos, tienen una vida útil limitada debido a que dependen de las baterías.
Usualmente, es necesario que dichas baterías se remplacen después de cinco años de su implantación, eso significa que ese grupo de adultos mayores necesitó, tras el primer implante, alrededor de tres operaciones adicionales, sólo para poder remplazar la batería.
Cada operación está acompañada de los riesgos de cualquier intervención quirúrgica. Algo que si cualquiera persona puede evitar, lo haría.
Órganos artificiales como riñones, ojos o brazos, requerirían tal nivel de energía que sería necesario una recarga en cuestión de semanas para mantenerlos funcionando, es así como las células biocombustibles se convierten en una esperanza.
Los electrodos se unen en una solución que contiene glucosa y oxígeno.
Un electrodo empezará a extraer electrones de la glucosa y el otro comenzará a vaciar electrones en el oxígeno.
Se conectan los electrodos a un circuito y se produce un flujo neto de electrones, lo que resulta en una corriente eléctrica.
La glucosa y el oxígeno están disponibles en el cuerpo humano. Por eso, hipotéticamente hablando, una célula de biocombustible podría mantenerse trabajando indefinidamente.
La clave de los recientes avances ha sido en parte a que hemos profundizado nuestro conocimiento sobre moléculas biológicas conocidas como enzimas. El estudio aparece publicado en la revista Science.