El cerebro, eL órgano único que no se puede trasplantar y que rige todas las acciones y emociones humanas, es desde hace siglos el objeto de estudio más complejo para los científicos, como resume una muestra inaugurada hoy en Londres.
Con más de 100.000 millones de neuronas, el cerebro actúa como el centro de control del cuerpo humano y está a cargo tanto de las acciones voluntarias como de las involuntarias, así como del pensamiento, la memoria, las emociones y el lenguaje.
La exposición «Cerebros: la mente como materia», inaugurada hoy en el museo Wellcome Collection, explora las investigaciones para desentrañar la complejidad de este órgano con propósitos como la curación, el avance científico y el progreso tecnológico.
A través de 150 objetos como cerebros en formol, artefactos quirúrgicos, obras artísticas, fotografías y manuscritos, la muestra trata sobre lo que le hacemos al cerebro, es decir, las formas en las que lo hemos estudiado, recopilado y preservado, explica el comisario de la exposición, Marius Kwint.
Hace más de 2.000 años, el filósofo Aristóteles estableció que el cerebro era menos importante que el corazón o el hígado, pese a ser el órgano de mayor tamaño del sistema nervioso.
Sin embargo, éste recuperó su protagonismo en la Edad Media, cuando los estudiosos dedujeron que albergaba la memoria y el intelecto. La investigación sobre este órgano ha sido siempre una tarea ardua, en parte debido a que el tejido cerebral se descompone rápidamente y es difícil de diseccionar, según se explica en la muestra.
Los esfuerzos por entender su funcionamiento se han intensificado en las últimas décadas, en las que se ha convertido en la clave para comprender enfermedades neurodegenerativas como la Enfermedad de Alzhéimer.
Lo más fascinante del cerebro es su complejidad y esto es lo que convierte su estudio en algo tan interesante, afirma Kwint, quien describe a este órgano como el centro de nuestra identidad.
La exposición, que se puede visitar hasta el 17 de junio en Londres, homenajea a algunos investigadores que trataron de desvelar los aún múltiples secretos del cerebro, entre los que sobresale el neurocientífico español Santiago Ramón y Cajal.
Algunos cerebros expuestos en el museo londinense pertenecieron a personajes famosos como el físico Albert Einstein, el matemático Charles Babbage o William Burke, un asesino irlandés que mató a dieciséis personas, también a donantes anónimos, a los que se recuerda además a través de fotografías.
Un cráneo trepanado con varios agujeros, que data de hace 5.000 años, ilustra cómo los humanos han intentado descifrar el funcionamiento de este órgano hasta con los métodos más agresivos.
Los intentos de perfilar la anatomía del cerebro también quedan reflejados en una colección de dibujos de humanistas de los siglos XVI y XVII como Gregor Reisch, Andreas Vesalius y René Descartes, así como en una serie de reconstrucciones en cera hechas por Ramón y Cajal.
En la Alemania nazi algunos investigadores estudiaron cerebros preservados que habían pertenecido a personas asesinadas en los campos de concentración, como muestran algunas fotografías en blanco y negro.