¿Y qué tal cuando descubrió que su pareja estaba interesado en otra persona? Los efectos se sentían todavía 48 horas después, ¿cierto? ¿Y cuando le dijeron: «no eres tu, soy yo»? ¿Cuántos kilos perdió? ¿Qué maquiavélico plan pensó para vengarse?
Son reacciones naturales. Pero, ¿por qué nos comportamos de esa manera? ¿Qué pasa en nuestro cuerpo en esos momentos? ¿Es algo social ? ¿O se trata de un proceso biológico ancestral?
Enamorarse apasionadamente es algo que va mucho más allá de un sentimiento. No se trata únicamente de un instinto básico, es un proceso cognitivo, intelectual y sofisticado, confirma, la Dra. Stephanie Ortigue, neuropsicóloga de la Universidad de Syracuse, en Estados Unidos, quien se especializa en ciencia cognoscitiva, electrodinámica cerebral y relaciones interpersonales.
Helen Fisher, antropóloga de la Universidad de Rutgers, señala que en la atracción romántica actúan 3 factores: el impulso sexual, los sentimientos de apego profundo y el amor romántico, que se manifiestan como – unas ansias intensas de lograr una conexión emocional que va más allá de una relación sexual, una fuerte motivación para conquistar a la persona que te atrae y que se convierte en obsesión –
Generalmente se enamora de alguien que se parece a sí mismo, que comparte su religión, valores e intereses, que tiene un nivel educativo y una apariencia similar y proviene del mismo entorno socioeconómico, comenta la antropóloga, quien se dedica al estudio de la sexualidad humana y la formación de lazos entre parejas. Sin embargo hay 4 «personalidades biológicas» que determinan por qué unas personas se sienten atraídas a otras; es lo que se conoce como química entre una pareja.
La primera «personalidad biológica» incluye a gente que tiene altos niveles de dopamina, que se caracteriza por ser creativa, curiosa, arriesgada, energética, espontánea y flexible. Estos se sienten atraídos por quienes posen las mismas particularidades.
La segunda está integrada por aquellos que son sociables, tranquilos, ordenados, meticulosos, prudentes, tradicionales, que siguen las reglas y respetan la autoridad, lo que indica que poseen mucha serotonina. Ellos se fijarán en individuos que exhiban los mismos rasgos.
Sin embargo, en las últimas dos, en las que predominan elevadas cantidades de testosterona o de estrógeno, ocurre lo contrario. Al primer grupo se le identifica porque son directos, decisivos, tercos, analíticos, escépticos y buenos con los números. Al segundo por ser idealistas, emotivos, intuitivos, dulces, fácil de tratar y buenos para comunicarse con los demás.
Así, quienes tienen mucha testosterona buscarán a quienes tienen mucho estrógeno. Y viceversa.
Según la neuropsicóloga Ortigue, el área del cerebro que se encuentra sobre la oreja izquierda juega un papel crucial en el proceso de enamoramiento, pues allí se forma la imagen que la persona tiene de sí misma. Si alguien tiene baja autoestima o algún tipo de distorsión en cómo se percibe, probablemente terminará envuelta en relaciones amorosas negativas. Desórdenes como la anorexia, por ejemplo, reflejan como la persona maneja sus relaciones sentimentales. Por eso, quienes se quejan de no poder encontrar a su ‘media naranja’ deberían trabajar para mejorar lo que creen de sí mismas.
Estamos diseñados para establecer lazos y es muy doloroso que estos se rompan porque la persona en quien confiaste y en quien creíste te falló. La psicóloga también comenta que el éxito de una relación amorosa tiene mucho que ver con la conexión íntima –no sexual necesariamente- y personal que se comparte.
Cuando sientes que tu pareja te complementa y te hace ser una mejor persona, el amor crece. Pero en el momento en que crees que ya no puedes aprender más de él/ella, o piensas que ya sabes todo lo que tiene que ver con ese individuo, pierdes interés. Y eso puede conducir a la infidelidad. Buscas entonces a alguien que empiece a preguntar cosas interesantes de ti y viceversa. Te sientes atraído hacia esa persona, pero es un truco de tu cerebro porque en realidad tu motivación es seguir creciendo personalmente.
La rabia, el dolor y el aislamiento se apoderan del individuo cuándo se siente traicionado porque pierde una parte de sí mismo. Es entonces que en el cerebro se activan las áreas del dolor, y las mismas zonas involucradas en el dolor físico se manifiestan cuando la persona experimenta dolor emocional o social.
Cuando la persona se siente sola –física o emocionalmente- se deprime, sufre de insomnio, se estresa, puede experimentar un aumento en su presión sanguínea y afectar la respuesta de su sistema inmunológico, a largo plazo puede incluso afectar su capacidad cognitiva.
El proceso es muy similar cuando las personas son rechazadas o cuando se separan. Estudios realizados sobre el tema indican que las mismas áreas del cerebro se activan cuando la persona se enamora, que cuando se genera adicción y ansias desesperadas de estar con alguien.
Esto quiere decir que, además del dolor que genera la situación, el sujeto sigue sintiendo una intensa fijación por quien no le corresponde. Las sensaciones que se experimentan en esos casos son muy fuertes y no desaparecen con rapidez. Las personas están heridas y quieren herir a otros, por eso no es nada agradable estar cerca de ellas. Los individuos se deprimen y se aíslan, y eso se vuelve contagioso.
Todos estos procesos mentales y emocionales ocurren inconscientemente, los síntomas que la gente experimenta obedecen a que el cerebro se pone en estado de alerta porque se siente amenazado.
Para nuestros ancestros, el peligro estaba en que solos no podían sobrevivir al ataque de depredadores en medio de la selva en la noche. Por eso el cerebro desarrolló sistemas de protección como la imposibilidad de dormir de corrido y profundo y estos mecanismos permanecen en el cerebro en la actualidad, sólo que se activan por otras razones, como la soledad.
El proceso mental que se activa cuando una persona se enamora es extremadamente poderoso, evolucionó hace millones de años y es importante porque permite que el individuo concentre sus energías en la pareja más conveniente. La antropóloga señala que la prueba de que nuestro comportamiento actual es como el de nuestros ancestros, es que las áreas que se activan cuando una persona se siente atraída hacia otra están debajo de la corteza cerebral más reciente que desarrolló el ser humano y es una de las más profundas en el cerebro.
Después de todo esto, al parecer en el amor hay mucha más ciencia de lo que se piensa.