El Día Internacional de la lucha contra el uso indebido y el tráfico ilícito de drogas es un intento por enfrentar la problemática de las drogas, su conmemoración es un recordatorio del avance constante de la drogadicción y la criminalidad vinculada a la industria de los estupefacientes alrededor del mundo.
La ONU designó la fecha de la Conferencia Internacional sobre el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas del 26 de junio de 1987, como el día internacional en el que se convoca a su condena. A pesar de que el último siglo han sido ampliamente combatidas, toda estadística del mercado mundial de las drogas es muestra del fracaso de los países exportadores y consumidores por frenar este fenómeno, incluso parecería que ante políticas públicas más represivas corresponde una acción más virulenta de los carteles de la droga y un aumento de la demanda de las sustancias prohibidas.
El valor del mercado mundial de las drogas según la ONU era de 322 mil millones de dólares, resultado de un mercado que en los países consumidores no ha disminuido, demandando cantidades estables de cocaína y heroína, y mayores en el caso de metanfetaminas y marihuana.
Las drogas son sustancias químicas que infiltran el cerebro interrumpiendo el envío, la recepción y el procesamiento normal de información entre las células nerviosas. Hay por lo menos dos maneras en las que las drogas pueden hacer esto: 1) imitando los mensajes químicos naturales del cerebro o 2) sobreestimulando el circuito de gratificación del cerebro.
Algunas drogas, como la marihuana y la heroína, tienen una estructura similar a la de ciertos mensajeros químicos llamados neurotransmisores, que el cerebro produce de manera natural. Debido a esta semejanza, estos tipos de drogas pueden “engañar” a los receptores del cerebro, logrando activar las células nerviosas para que envíen mensajes anormales.
Otras drogas, como la cocaína o las metanfetaminas, pueden hacer que las células nerviosas liberen cantidades exageradas de los neurotransmisores naturales o puedan bloquear el reciclaje normal de estas sustancias químicas del cerebro. Esto da como resultado un mensaje sumamente amplificado que a su vez dificulta los patrones normales de comunicación.
Casi todas las drogas, directa o indirectamente, atacan al sistema de gratificación del cerebro inundándolo con dopamina. La dopamina es un neurotransmisor que se encuentra en las regiones del cerebro que regulan el movimiento, las emociones, la motivación y las sensaciones placenteras. Normalmente, este sistema responde a los comportamientos naturales relacionados a la sobrevivencia (comer, pasar tiempo con los seres queridos, etc.), pero cuando es sobreestimulado por las drogas produce sensaciones de euforia. Esta reacción inicia un patrón que enseña a las personas a repetir el comportamiento de abuso de drogas.
Cuando una persona continúa abusando de las drogas, el cerebro se adapta a estas oleadas abrumadoras de dopamina produciendo menos dopamina y disminuyendo el número de receptores en el circuito de gratificación. Como resultado, el impacto de la dopamina sobre el circuito de gratificación se ve disminuido, limitando así el placer que el usuario es capaz de derivar no sólo de las drogas, sino que también de cosas que anteriormente le causaban placer. Esta disminución obliga al drogadicto a continuar abusando de drogas en un intento por lograr que la función de la dopamina regrese a su nivel normal. Sin embargo, ahora puede necesitar una cantidad mayor de droga a fin de elevar la función de dopamina a su nivel normal inicial. Este efecto se conoce como tolerancia.
El abuso a largo plazo también causa cambios en otros sistemas y químicos del cerebro que influyen sobre el circuito de gratificación y la habilidad para aprender. Cuando el abuso de drogas altera la concentración óptima de los químicos, el cerebro intenta compensar este desequilibrio, lo que puede deteriorar la función cognitiva. Las drogas de abuso facilitan el aprendizaje subconsciente, lo que hace que el usuario sienta deseos incontrolables de usar drogas cuando ve un lugar o una persona que asocia con ellas, aun cuando la droga no esté disponible. Los estudios de imágenes del cerebro de los drogadictos muestran cambios en las áreas del cerebro esenciales para el juicio, la toma de decisiones, el aprendizaje, la memoria y el control del comportamiento. En conjunto, todos estos cambios pueden hacer que la persona se vuelva adicta a las drogas, es decir, que las busque y las use compulsivamente a pesar de las consecuencias adversas
¿Por qué algunas personas se vuelven adictas y otras no?
Son varios los factores que determinan que alguien se vuelva o no drogadicto. Algunos son: la constitución biológica de la persona, el entorno social y la edad o etapa de desarrollo en que se encuentra. Mientras más factores de riesgo se tienen, mayor es la probabilidad de que el uso de drogas se convierta en adicción.