Como promedio, el TDAH afecta a un niño por clase; se trata de niños impulsivos, con tendencia a moverse y hablar en exceso, e incapaces de mantener la atención y organizar tareas. Los niños con TDAH pueden experimentar serias dificultades en su rendimiento escolar y uno de cada dos arrastran este lastre en su vida adulta, ya que son incapaces de conservar un empleo o incluso de atender sus compromisos.
Se desconoce la causa precisa del TDAH, aunque hay indicios de que tiene una gran influencia genética. En investigaciones recientes se han descubierto diferencias en la actividad cerebral de los niños con TDAH, particularmente en las áreas que regulan la atención, la concentración y la inhibición de impulsos.
Los medicamentos psicoestimulantes, como la anfetamina y el metilfenidato, se utilizan de forma generalizada para ayudar a controlar los síntomas, pero no curan el trastorno. La popularidad de estos fármacos está causando una creciente preocupación sobre su posible abuso y la falta de información acerca de sus efectos a largo plazo.
Los artículos científicos afirmaban que entre un 30 y un 50% de los niños hiperactivos mejoraban al seguir una dieta carente de ciertas sustancias, como colorantes alimentarios artificiales y salicilatos (estos últimos están presentes de forma natural en frutas y verduras como las manzanas, las cerezas, las uvas, las naranjas o los tomates). Otros estudios pusieron a prueba esta dieta y varios aditivos alimentarios durante la década de 1980, con resultados variables; algunos hallaron que la dieta tenía una gran influencia en el comportamiento, mientras que otros encontraron que su influencia era mínima.
El Instituto de Salud Norteamericano (National Institute of Health, NIH) concluyó que las restricciones alimentarias beneficiaban a un porcentaje de niños con TDAH.
Sin embargo, los estudios y publicaciones más recientes han detectado una influencia substancial de la dieta en el TDAH. Una publicación analizó 15 ensayos que empleaban colorantes alimentarios artificiales similares. Con una dieta carente de este tipo de colorantes, el promedio de mejoría en la conducta era de entre un tercio y la mitad del observado con tratamiento médico. Por lo tanto, las pruebas no son concluyentes en su conjunto. Se han empleado métodos muy diferentes de unos estudios a otros para evaluar los efectos de la dieta: en algunos se sometieron a prueba dietas enteras, mientras que en otros sólo se hacía con ingredientes aislados; en unos se añadían ingredientes alimentarios, y en otros se suprimían; en algunos se utilizaron como sujetos a niños sensibles a ciertas comidas, mientras que en otros se seleccionaron a niños con problemas de conducta o con TDAH, etc.
La Unión Europea ya ha tomado medidas para poner etiquetas de advertencia en los alimentos que contienen seis colores artificiales que puede tener un efecto adverso sobre la actividad y la atención en los niños. Los colores son amarillo No. 5 (tartrazina), Amarillo N º 10 (amarillo de quinoleína), Amarillo No. 6 (amarillo anaranjado), Red N º 3 (carmoisina), Red N º 7 (4R ponceau), y Red N º 40 (rojo allura).
No hay una respuesta científica definitiva sobre el papel de los colorantes alimentarios artificiales en el TDAH. No obstante, las personas que quieran evitar su consumo pueden saber si un producto alimentario los contiene leyendo la lista de ingredientes. Se cree que otros factores de la dieta desempeñan un papel en el TDAH; se han observado deficiencias de ácidos grasos de cadena larga omega-3 ó 6 en algunos niños con TDAH. Muchos padres y algunos profesores están convencidos de que hay una relación entre la dieta y el TDAH; quizás las personas más cercanas a los niños son capaces de percibir efectos de la dieta que los médicos no detectan. Es preciso realizar más estudios sobre el posible impacto negativo de componentes específicos de la dieta en el comportamiento infantil.
Fuente: FDA