La heroína es una droga ilegal altamente adictiva. Se estima que cerca del 23 por ciento de las personas que la consumen se vuelven adictos.
La heroína se elabora a partir de la morfina que proviene de la amapola. La heroína puede inyectarse, inhalarse o fumarse y de cualquiera de las tres maneras llega rápidamente al cerebro creando una necesidad incontrolable de volverla a consumir.
El cerebro humano cuenta con receptores opioides a los cuales se unen las drogas ilegales como la heroína y la morfina. Estas sustancias, al unirse a los receptores opioides del sistema nervioso eliminan la sensación de dolor y pueden generar euforia.
Al consumir heroína inyectada, la persona tiene una sensación de euforia que se acompaña de boca seca, enrojecimiento de la piel, pesadez de extremidades y confusión mental. La persona puede tener la impresión de volar con gran somnolencia.
Conforme la persona consume heroína, requiere de mayor cantidad para saciar su necesitad, con el riesgo de una sobredosis que ocasiona un paro respiratorio llevando a la muerte.
La muerte por sobredosis de heroína se ha incrementado en un 45% entre el 2006 y el 2010 en los Estados Unidos creando lo que calificó como una “crisis urgente de salud pública”. El consumo de heroína se incrementó en un 80 por ciento entre el 2007 y el 2012, de acuerdo con los Centros de Control de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos.
Una persona con sobredosis de heroína comienza con respiración lenta y superficial, boca seca, pupilas pequeñas (miosis), tensión arterial baja con pulso débil, uñas y labios azulados (cianosis), cólicos estomacales, espasticidad muscular, delirio y coma.
Se puede salvar la vida con la administración del medicamento naloxona que es un antagonista de opiodes.