Si caminando por la ciudad decidiéramos preguntar a cualquier persona: ¿necesitan más sexo los hombres que las mujeres? obtendríamos casi siempre una respuesta afirmativa. Pero, ¿qué hay de cierto en este tema?
Si consideramos la práctica clínica, y nos centramos en la terapia de pareja, sabemos que suele ser el hombre quien reclama una mayor cantidad de relaciones sexuales, convirtiéndose la escasez de sexo, en una de las quejas habituales.
Un punto más sería el hecho de que la pornografía tiene al hombre como consumidor mayoritario.
Pero no debemos dejarnos llevar por lo que creemos ver a primera vista. La deseabilidad social puede estar jugando un papel importante.
El cumplimiento del rol (masculino), por la llamada Deseabilidad Social, explica que algunos hombres no admiten nunca tener un bajo deseo, la sociedad no trata igual a una mujer que dice, por ejemplo, que no a una relación sexual con un hombre, que a un varón que se niega a practicar sexo con una mujer.
Son numerosos y variados los estudios que se han realizado con animales para medir la influencia de la testosterona (hormona sexual masculina) en el deseo sexual.
El médico psiquiatra John Bancroft, publicó un artículo (El deseo sexual) en el que concluye que la testosterona tiene influencia en el deseo sexual, tanto en hombres como en mujeres y son muchos los estudios que intentan relacionar las hormonas con la sexualidad, pero en realidad, la actividad sexual en su conjunto depende más de factores psicológicos.
El motivo por el cual un hombre tendría mayor deseo sexual que una mujer obedece a razones de tipo educacional, es decir, el deseo sexual se aprende o más bien se entrena. El placer sexual activa los mismos núcleos cerebrales que el placer por consumir cualquier droga (mesencéfalo, núcleo acumbens). Según esto, el deseo sexual y el de volver a consumir la droga funcionan de manerasimilar.
Alguien con un consumo habitual (de sexo o de droga), si deja de tener ese placer, empieza a notar el deseo de obtenerlo, se imagina la situación (fantasías), sueña con ello e intenta buscar la manera de obtener ese placer.
Los datos del estudio sobre masturbación, masculina y femenina en jóvenes, concluyó que los adolescentes se masturbaban en promedio una vez al día, mientras que las adolescentes lo hacían entre 1 o 2 veces a la semana.
Si tenemos en cuenta lo que ha sido la educación sexual hasta ahora, reconoceremos que la educación sexual que recibe una niña es muy diferente a la que recibe un niño. Los mensajes represivos y anti-sexuales se encuentran sobre todo en la educación femenina. A los chicos se les permite y hasta deben hacer alarde entre los amigos de actos como la masturbación.
Esto es bien distinto entre las chicas, confesar que una se masturbaba, no era una práctica habitual. El sexo se enseñaba como una manera de complacer al hombre.
En general a los hombres se les entrena para tener más sexo ya que:
– Un chico, empieza a masturbarse y es premiado por ello.
– Ve junto con sus compañeros las primeras películas pornográficas.
– Consigue premio social, quien consigue “llegar más lejos” en los ligues. Siendo el número uno, aquel que pierde antes la virginidad.
Estos serían únicamente unos ejemplos que indicarían que el entrenamiento con el órgano sexual no cesa en un hombre desde que aprende a masturbarse, sin embargo:
– Una chica, si se masturba se siente culpable por ello, obviamente no se lo cuenta a nadie, por miedo al castigo, e incluso trata de evitar la conducta.
– Nada de pornografía, es la norma general.
– Si llega demasiado lejos con un chico, se convierte en una chica fácil, lo cual es absolutamente mal visto.
Con esto podemos entender, que un hombre y una mujer que llegan juntos a su primera relación, parten de puntos diferentes, puesto que el hombre lleva consigo un historial de entrenamiento en deseo sexual. Es decir, ha cultivado mediante la masturbación las tierras del deseo.