La mente humana es como Internet

La Neurociencia cognitiva es un área que se ocupa del estudio científico de los mecanismos biológicos subyacentes a la cognición, con un enfoque específico en los procesos mentales y sus manifestaciones conductuales


Según las últimas investigaciones, los seres humanos nacemos con una necesidad de interacción social, tal vez por eso, desde hace milenios, el ostracismo y el exilio son considerados el peor de los castigos. Es más, la soledad no sólo es malo para la mente, sino también para el resto del organismo: estudios epidemiológicos indican que el aislamiento social es un importante predictor de morbilidad y mortalidad.
El Dr.John Cacioppo, director del Centro de Neurociencia Cognitiva y Social de la Universidad de Chicago, se refiere a éstos conceptos, citando el ejemplo de la célebre novela Robinson Crusoe.
Robinson Crusoe seguramente se hubiera sentido miserable, pero que no se malinterprete: lo importante no es estar rodeado de gente, sino sentir que hay otras personas en los cuales uno puede confiar, con los cuales establecer vínculos, superar desafíos. No se trata de estar con otra gente, sino de conectarse con otras personas.
Diferentes procesos sociales están vinculados con sistemas o circuitos mentales, tradicionalmente, imaginábamos al cerebro como una máquina de procesamiento de datos, una computadora. Por ejemplo, pensábamos en el lenguaje como un sistema de símbolos que nos permite razonar y hablar entre nosotros. Pero cuando estudiamos el cerebro social, la computadora no es la metáfora correcta, es Internet: nuestros cerebros están conectados unos con otros, ahora nos damos cuenta de que el lenguaje evolucionó no para que nos habláramos, sino para coordinar acciones con otras personas, nacemos con la capacidad innata de mirar a una persona y saber algo sobre su carácter, de predecir su comportamiento.
La gente tiene efectos sobre nuestra mente que no tienen los objetos, hoy sabemos que la riqueza del cerebro está relacionada no con cuán complejo es el medio ambiente natural que lo rodea, sino con lo demandante que es su ambiente social.
Si una persona se siente aislada, es más probable que se involucre en comportamientos impulsivos o que se deprima, si no tenemos otras personas, hago esas conexiones con objetos, en los estudios recientes, cuando hicimos que un grupo de personas se sintieran solitarias y les mostramos fotos de planetas tomadas por el Hubble, aumentó la asignación de la figura humana en esos cuerpos celestes (antropomorfización).
Para una persona introvertida, con tener un amigo basta, para un extrovertido, tal vez sea conveniente tener más.
-La biología conduce el comportamiento, pero [lo más sorprendente es que] el comportamiento puede influir en la biología, es decir que las relaciones son recíprocas. De hecho, los estudios probaron que estar aislado o en un medio hostil afecta la expresión de los genes, los activa o los silencia. El cerebro y los genes evolucionaron para ser sensibles al medio ambiente, y la ecología social es muy poderosa.
Estar en un medio ambiente hostil produce sentimientos de desconexión y aislamiento. Eso estimula una cantidad de respuestas neurales y hormonales que influyen en la actividad genética. Lo que importa es sentir que se puede confiar y superar desafíos con otros.
Por nuestra naturaleza, cuando una persona está haciendo algo por otro, tiende a sobrestimar lo que hace por una relación. Pero juntas, dos personas no suman dos, sino dos y medio. Entonces, incluso si pienso que pongo el 55%, siento que recibo el 60%. Y lo mismo le pasa al otro. Por eso se quiere dar, porque está recibiendo tanto a cambio.
La mayoría de las especies (reptiles, bacterias, etcétera) basta con que se reproduzcan para que sus genes pasen a la siguiente generación, los mamíferos somos diferentes, tenemos que cuidar a nuestra progenie, porque somos los que tenemos el período de dependencia más largo, de casi 15 años, para los humanos no se trata de tener hijos, sino nietos, nuestros genes secuestran a nuestro cerebro para que no se ocupe sólo de la autopreservación, sino de conectarse y cuidar a otros.
La soledad es como el dolor físico. Nos dice cuándo estamos empezando a perder la conexión que necesitamos para sobrevivir y prosperar.
Ahora estamos vinculados más que nunca en la historia a través de Internet, los teléfonos celulares, Twitter, Facebook, los sitios de citas… Lo que se ve en las investigaciones es que las personas que tienen muchos amigos también tienen muchos contactos online, eso puede indicar que en el futuro nuestra conexión será cada vez más virtual, pero no es así. Las amistades suelen hacerse cara a cara. ¿Qué pasa con la interacción online ?: cuanto más interactúa con amigos y familia cara a cara, menos solitario está; pero cuanto más interactúa en Internet, más solitario está.
Los estudios cerebrales muestran que cuando cooperamos con otros se registra actividad dopaminérgica, se encienden los centros del placer. Estamos programados para disfrutar de los demás y para ayudar a los demás. Eso no quiere decir que siempre vamos a estar sirviendo a otros. Ser generoso, ocuparse de los chicos es un gran esfuerzo y requiere mucha energía. Es importante ser un buen individuo social, pero también tomarse tiempo para uno mismo.
-En un reciente experimento, se le pidió a un grupo de personas que hicieran cosas que los pusieran contentos. Fueron a cenar, hicieron compras para sí mismos… ¿Y sabe qué ocurrió? Se sintieron más solitarios. La idea de que simplemente con comprarnos un auto más caro, linda ropa o una casa más grande seremos más felices es errónea. Entiéndame bien: ser muy pobre lo vuelve a uno infeliz, pero tener más dinero no lo hace más feliz.
El poder de las computadoras es su interconectividad, si miramos lo que está pasando en la ciencia, hace cincuenta años los genios solitarios eran los que tenían el mayor impacto. Hoy son los equipos. Lo mismo ocurrirá en la economía y en la civilización, sin embargo, que empecemos a apreciar verdaderamente lo sociales que somos y a aprender cómo orquestar esas actividades.


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