Esclerosis múltiple

La esclerosis múltiple es un padecimiento degenerativo del sistema nervioso que no tiene cura pero puede controlarse eficazmente.

La esclerosis múltiple es una enfermedad crónica e incapacitante, que afecta el sistema nervioso central y suele manifestarse entre los 20 y los 40 años de edad.

Cifras de la Secretaría de Salud, señalan que en México, alrededor de 20 mil personas viven con esclerósis múltiple.

El sistema nervioso central controla todo lo que hacemos a través de una compleja cadena de nervios y fibras interconectadas que se extienden por todo nuestro cuerpo. Las fibras nerviosas se encuentran cubiertas por una vaina de mielina que es la que permite la conducción de impulsos eléctricos hacia distintas partes del cuerpo.
Algunos procesos como la inflamación o un derrame cerebral, entre otros, destruyen la vaina de mielina que en ocasiones es capaz de regenerarse a sí misma, restableciendo la función nerviosa. Cuando el daño es muy grande, no existe esta regeneración y sobreviene la lesión del nervio.

Los síntomas, pueden incluir: Entumecimiento muscular, debilidad o parálisis en uno o más miembros, dolor leve y breve, similar a choque eléctrico u hormigueo, temblor, falta de coordinación o paso inseguro, visión doble o borrosa, cansancio, fuerte mareo.
La evolución de la enfermedad es impredecible y diferente en cada paciente, puede aparecer en una modalidad benigna, con síntomas poco incapacitantes, hasta en formas muy severas; como espasmos (sacudidas), dificultad para hablar, pérdida de visión, problemas en el control de la vejiga, intestino o función sexual y parálisis en general.

Las causas se desconocen, se piensa que existe un componente genético. Los investigadores no están seguros sobre qué desencadena un ataque, los pacientes con esclerosis múltiple generalmente tienen un mayor número de células inmunitarias que una persona sana, lo que sugiere que una respuesta inmunitaria podría jugar un papel. Las teorías más frecuentes acerca de la causa apuntan a un virus o a un defecto genético, o a una combinación de ambos.

La esclerosis múltiple tiene una mayor incidencia en el norte de Europa, el norte de los Estados Unidos, el sur de Australia y en Nueva Zelanda. Los estudios geográficos indican que puede existir un factor ambiental relacionado con esclerosis múltiple.

Las personas con antecedentes familiares de esclerosis múltiple y las que viven en un área geográfica con una incidencia más alta de la enfermedad tienen un riesgo mayor de padecerla.

El diagnóstico de esclerosis múltiple se basa fundamentalmente en dos parámetros. Por un lado los hallazgos en los estudios de imagen por Resonancia Magnética en los que se presentan áreas hiperintensas de localización fundamentalmente periventricular en la substancia blanca subcortical en múltiples localizaciones así como también en la médula espinal; este estudio permite visualizar no solamente la localización de las áreas desmielinizadas sino también en forma seriada pueden realizarse evaluaciones para valorar la evolución clínica y subclínica de la enfermedad. Los otros estudios básicos para el diagnóstico son la determinación de bandas oligoclonales, la determinación de la proteína básica de la mielina y la medición de las inmunoglobulinas en el líquido cefalorraquídeo. Estos dos factores, en conjunto con la información clínica, permiten establecer con ciertas bases de seguridad el diagnóstico de esta enfermedad.

Algunas complicaciones que se pueden presentar como consecuencia de la enfermedad son:
Discapacidad progresiva
Infecciones de las vías urinarias
Efectos secundarios de los medicamentos usados para tratar el trastorno

El tratamiento de la esclerosis múltiple incluye medicamentos para corregir alteraciones asociadas a la enfermedad, como la depresión y la hiperforia, la disfunción cognoscitiva, los problemas visuales, y la fatiga. Para ello, pueden utilizarse antidepresivos tricíclicos o los de cuarta generación que incluyen los bloqueadores de la recaptura de serotonina. Las alteraciones cognoscitivas se tratan con terapia; los trastornos de la visión con el uso de prismas o bloqueando la visión de un ojo con parches para evitar la diplopia; las parestesias con antidepresivos y anticonvulsivos y la fatiga con hidrocloruro de amantadina, con pemoline o metilfenidato. Otros síntomas que son asequibles a tratamiento son la disfunción vesical que se caracteriza por incapacidad para almacenar la orina en la vejiga; se maneja con anticolinérgicos, amitriptilina o oxibutilina y la incapacidad para vaciar la vejiga con cateterización repetida; las infecciones urinarias, con antibióticos o antisépticos urinarios. El temblor cerebeloso se puede tratar con isonazida o glutetimida y la espasticidad con diazepam, blacofen, tizanidine o terapia física. En cuanto al tratamiento del dolor en la esclerosis múltiple, si éste es debido al atrapamiento de un nervio periférico o a desbalance muscular, debe manejarse con los tratamientos apropiados para estos problemas y si se trata de un dolor intrínseco de esclerosis múltiple, como la neuralgia del trigémino o el dolor neurítico del tronco y las extremidades, se utiliza la carbamazepina.

En cuanto al tratamiento con esteroides de las fases agudas de esclerosis múltiple, generalmente se usa la metilprednisolona.

El tratamiento con interferón beta-1b no es una cura para el tipo de esclerosis múltiple con exacerbaciones y remisiones. Aunque la exacerbación anual se observó reducida dramáticamente en los protocolos clínicos, casi todos los pacientes que tienen esclerosis múltiple con exacerbaciones y remisiones finalmente tuvieron una exacerbación. Sin embargo, los ataques que ocurrieron fueron en general mucho menos intensos y de más corta duración que los previos.

En general, puede decirse que el interferón beta-1b es bien tolerado cuando se usa apropiadamente y los pacientes que lo reciben disminuyen la frecuencia de sus recurrencias durante los años en que se utiliza este tratamiento.

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