La estimulación externa durante el sueño puede ayudar a fortalecer la memoria, lo que a su vez puede favorecer el aprendizaje, informa un estudio realizado por el psicólogo Ken Paller y su grupo de investigadores de la Universidad de Northwestern en EUA. Los científicos confirman que esa estimulación podría reforzar lo que las personas ya han aprendido, pero no les ayuda a adquirir nuevas habilidades.
La diferencia crítica es que la investigación muestra que la memoria se fortalece respecto a algo que ya se ha aprendido.
Al llevar a cabo el estudio, los investigadores enseñaron a los participantes a tocar dos piezas de música al presionar ciertas teclas en ciertos momentos. Tras aprender a tocar las piezas artificialmente generadas, los participantes tomaron una siesta de 90 minutos. Mientras dormían, se reprodujo solo una de las canciones. Las suaves pistas musicales, anotaron los investigadores, se reprodujeron durante el sueño de ondas lentas, una etapa del sueño relacionada con el almacenamiento de la información en la memoria.
Mientras los participantes dormían, los investigadores registraron su actividad eléctrica cerebral mediante electroencefalografía. Tras despertarse, los participantes cometieron menos errores al tocar la pieza que se reprodujo mientras dormían, en comparación con la que no se reprodujo.
Los resultados amplían investigaciones anteriores al mostrar que la estimulación externa durante el sueño puede influir sobre una habilidad compleja.
También hallaron que las señales electrofisiológicas durante el sueño se correlacionaban con el grado en que mejoró la memoria, estas señales podrían estar midiendo los eventos cerebrales que producen la mejora de la memoria durante el sueño.
Los investigadores señalan que investigan cómo sus hallazgos pueden aplicarse a otros tipos de aprendizaje, por ejemplo al estudio de un idioma extranjero. Anotaron que su investigación podría también llevar a más estudios sobre el procesamiento de la memoria basado en el sueño con otros tipos de habilidades, hábitos y conductas.
El estudio aparece en la revista Nature Neuroscience.
Fuente: Northwestern University