Algunas personas parpadean en exceso, como si tuvieran una basurita en el ojo, otras rotan la cabeza, como para aliviar una contractura. Y una minoría grita aunque no sienta miedo, así son los tics: imprevisibles y sin sentido. Pueden ser gestos normales, como guiñar un ojo, pero fuera de contexto.
Se calcula que afectan al 1% de los niños: Es habitual que aparezcan entre los 6 y 8 años, y suele haber algún antecedente familia, explica el Dr. Claudio Waisburg, director médico del Departamento Infantil- Juvenil del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro.
Los tics empeoran con la ansiedad, la fatiga y el estrés, pero esto no significa que sean «tics nerviosos», como se los conoce. Los tics se deben a un trastorno en el desarrollo neurológico de los hábitos: hay un cortocircuito en los mecanismos de inhibición y por eso se escapan estos actos repetitivos.
Los motivos son, sobre todo, genéticos y perinatales: bajo peso al nacer, tabaquismo o estrés extremo de la madre durante el embarazo, intoxicaciones, falta de oxígeno en el momento del parto.
La buena noticia es que en el 75% de los casos, los tics desaparecen en la adultez, es importante saber que los padres con un hijo que padece un tic consulten a un neurólogo especialista en movimientos anormales o a un psiquiatra infantil. La razón es descartar otras enfermedades. Dependiendo de la extensión del área del neurodesarrollo afectada, los chicos, además de tics, pueden tener trastornos del aprendizaje, déficit de atención, problemas de control de los impulsos, ansiedad y trastornos obsesivos compulsivos (TOC).
El tic puede desaparecer con la edad, pero los problemas asociados, no. Por esto, hay que consultar para saber con qué se lidia y cómo. El tratamiento involucra a padres, maestros, neurólogos, psicopedagogos, psicólogos y psiquiatras. Una terapia con buenos resultados es la técnica de reversión de hábitos, que consiste en enseñar a la persona a reconocer las sensaciones previas al tic, entrenarla para que, cuando siente que está por venir, haga un movimiento contrario.
En casa, se aconseja a los padres explicar a los chicos lo que tienen, para que ellos puedan contárselo a sus compañeros de clase
Existen tics de todo tipo. Simples, movimientos de pocos músculos, como parpadear y complejos, como saltar, hacer gestos obscenos o lanzar frases ofensivas, los más comunes son los tics faciales, además de los de cabeza y cuello.
Los tics más comunes son:
Tics faciales: guiñar el ojo, parpadear, fruncir la nariz o la frente, hacer muecas con los labios o silbidos.
Tics de la cabeza y cuello: saludar, rotarla, levantarla.
Tics de tronco y miembro: elevar hombros, brazos o manos, generalmente de un lado.
Tics respiratorios: resoplar, bostezar, carraspear.
Tics verbales: gritos, palabras, frases.
Wolfgang Amadeus Mozart jugaba incesantemente con sus manos y golpeaba el piso con el pie. Por su parte, el escritor Samuel Johnson es un ejemplo de libro: emitía sonidos, como si rumiara o cacareara, movía los pies, giraba los dedos y torcía las manos.