La mayoría de los tratamientos con medicamentos para las personas con autismo se han centrado en los problemas psiquiátricos, como la agresividad y la ansiedad.
Ahora, un equipo de investigadores encabezados por el Dr. David Beversdorf, profesor del Centro Thompson para el Autismo y los Trastornos del Desarrollo Neurológico, adscrito a la Universidad de Missouri, examina el uso del propranolol para atenuar otros rasgos anómalos asociados al autismo, entre los que figuran los comportamientos repetitivos obsesivos, y las dificultades con las habilidades sociales y con el lenguaje.
El propranolol es un fármaco utilizado comúnmente para tratar la hipertensión arterial y regular la frecuencia cardíaca, así como también para mitigar las manifestaciones físicas de la ansiedad.
Los investigadores creen que el fármaco tiene el potencial de mejorar la capacidad del lenguaje y puede ayudar a las personas con autismo a actuar adecuadamente en situaciones sociales, incluyendo el contacto ocular con otras personas.
Las mejoras en el uso del lenguaje y en la conducta social son importantes porque estos dos apartados figuran entre los tres apartados principales que muestran anomalías en el autismo. Los ensayos clínicos evaluarán el efecto del medicamento en esas funciones, y para atenuar las conductas repetitivas obsesivas.
El propranolol se ha utilizado durante décadas, con pocos efectos secundarios en las personas con un estado de salud razonablemente bueno. Sin embargo, antes de que se pueda comenzar a usar para atenuar los síntomas del autismo, habrá que realizar ensayos clínicos que aclaren si los beneficios son duraderos y si valen la pena en comparación con los posibles efectos secundarios que los tratamientos de esta clase generen.
El propranolol actúa reduciendo el efecto de la norepinefrina liberada por el estrés, con el fin de que el cerebro funcione como si no existiera tal estrés. Esto es beneficioso para las personas que, por ejemplo, se ponen tan nerviosas al responder un examen en el aula, que se quedan en blanco. En las personas con autismo, el cerebro está configurado de una manera diferente, y esto hace el procesamiento más rígido en términos de función social y de lenguaje. Los investigadores creen que el fármaco actúa sobre las estructuras de las que depende ese procesamiento, de un modo tal que mejora su funcionalidad y la aproxima a la de una persona sin autismo.