La mayoría de los seres humanos no tenemos recuerdos de nuestros primeros años de vida. Para cuando llegamos a la edad adulta, ya hemos olvidado la mayoría de las experiencias que formaron nuestra primera infancia. A los cuatro años comienzan a borrarse nuestros recuerdos.
Los científicos incluso han acuñado un término: amnesia infantil, o amnesia de la niñez. Una nueva investigación llevada a cabo en Canadá encontró que esas memorias de los primeros años de vida son mucho más efímeras de lo que se pensaba.
Según los científicos de la Universidad Memorial de Terranova, antes de ir a la escuela (alrededor de los cuatro años) los niños pueden recordar lo que les ocurrió en sus años previos, incluso experiencias anteriores a los 18 meses, pero dos años más tarde esas memorias ya se habrán borrado.
Algunos estudios ya han mostrado que los adultos no podemos recordar gran parte de lo que nos ocurrió antes de los tres o cuatro años de edad. Y hasta ahora los científicos no han logrado entender por qué ocurre esto.
Expertos especulaban que esto se debe a que antes de los cuatro años no tenemos la capacidad cognitiva y de lenguaje para formar memorias, y que aunque estos recuerdos no se pierden del todo, no pueden almacenarse en nuestro cerebro.
La nueva investigación, publicada en la revista Child Development (Desarrollo Infantil) parece haber encontrado una explicación.
A medida que perdemos los recuerdos de nuestros primeros años, perdemos parte de nuestra infancia. En esencia, estamos perdiendo todos o casi todos esos eventos que nos ocurrieron.
La Dra. Carole Peterson, profesora de psicología que dirigió el estudio, pidió a 140 niños de entre 4 y 13 años que nombraran tres de sus experiencias más tempranas que pudieran recordar y el período en que éstas habían ocurrido.
Descubrieron que entre más pequeños los niños, más recuerdos tenían de sus primeros años, incluso a los 18 meses de edad, para confirmarlo, los investigadores entrevistaron a los padres quienes pudieron corroborar muchos de los eventos y la época en que habían tenido lugar.
Dos años más tarde los científicos volvieron a hablar con los mismos niños y una vez más les pidieron que recordaran tres experiencias tempranas de su vida, los resultados mostraron datos muy distintos: los niños recordaban experiencias muy distintas de las que habían hablado antes. Y muchos de los recuerdos que habían tenido dos años antes habían desaparecido.
Lo sorprendente fue que dieron a los niños claves muy detalladas sobre los recuerdos de los cuales habían hablado dos años antes en el estudio. Y todos respondían: «no, eso nunca me pasó a mí'».
Los niños que tenían entre 4 y 7 años en la primer entrevista del estudio mostraron recuerdos muy distintos en cada uno de los experimentos.
La Dra. Peterson cree que esto se debe a que las memorias muy tempranas de los niños pequeños son frágiles y vulnerables y pueden borrarse fácilmente.
La mayoría de los niños que tenían entre 10 y 13 años en la primera entrevista describieron las mismas experiencias tempranas en ambos experimentos.
Se cree que el cerebro almacena los primeros recuerdos de forma distinta. Los recuerdos más tempranos de los niños pequeños parecen cambiar y son reemplazados por recuerdos ocurridos a edades más tardías.
Los niños mayores se vuelven más consistentes con sus recuerdos a medida que crecen.
Esto revela, que los niños pequeños sí tienen capacidades cognitivas, linguísticas y de memoria para recordar las cosas que les ocurrieron en el pasado.
La investigadora comenta que a medida que perdemos los recuerdos de nuestros primeros años, perdemos parte de nuestra infancia, de manera que nuestra ‘infancia psicológica’ comienza mucho más tarde que nuestra infancia real.
Un estudio llevado a cabo por la Dra. Patricia Bauer de la Universidad de Emory en Atlanta, E.U.A., sugiere que esto podría deberse a que los recuerdos de los primeros años se almacenan en nuestro cerebro de forma distinta que los de años posteriores.
Pero todavía se necesitan más investigaciones para confirmarlo y entender por qué los seres humanos borramos gran parte de nuestra infancia.