El estudio realizado por el Dr. Manuel Esteller, director del Programa de Epigenética y Biología del Cáncer del Instituto de Investigación Biomédica Bellvitge en Barcelona y profesor de genética de la Universidad de Barcelona analizó los epigenomas de un hombre de 103 años y de un bebé recién nacido.
El hallazgo, ofrece información importante sobre los procesos moleculares que influyen en el envejecimiento y presenta la posibilidad de, algún día, poder revertir este proceso.
El estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, se centró en un nuevo campo de investigación llamado epigenética: las influencias escondidas, las no relacionadas con la herencia, que regulan las funciones de nuestros genes activándolos o apagándolos.
La opinión convencional es que nuestro ADN contiene toda la información que heredamos y que lo que un individuo haga a lo largo de su vida no podrá ser heredado biológicamente a sus hijos.
La epigenética, propone que hay un sistema de control que «enciende y apaga» nuestros genes y que todas las experiencias ambientales de la gente, como nutrición y estrés, tienen una influencia en estos apagadores genéticos, lo cual puede ser heredado, es decir, el medio ambiente y nuestras elecciones pueden influir en nuestro código genético y en el de nuestros hijos.
Desde hace tiempo los científicos están tratando de entender qué es lo ocurre dentro del organismo, a nivel celular, cuando una persona envejece. ¿Qué procesos influyen en el desarrollo de arrugas? ¿Por qué nuestros músculos se desgastan? ¿Por qué nuestro cerebro se vuelve cada vez más ineficiente?
En la búsqueda de respuestas a estas preguntas, el Dr. Esteller, estudió los epigenomas, las modificaciones epigenéticas, que han ocurrido en el ADN, de un recién nacido y un hombre de 103 años.
El ADN en nuestras células contiene los planos de construcción del cuerpo humano y cada una de las células en nuestro cuerpo tiene una copia de estos planos. La epigenética es un nuevo campo de investigación que ahora estudia el proceso de envejecimiento.
En su investigación, el Dr. Esteller y su equipo encontraron que las señales químicas que regulan el control de estos planos -las llamadas marcas epigenéticas- se deterioran con el paso del tiempo.
Y los epigenomas de un individuo varían dependiendo de su edad, incluso en el mismo tejido u órgano, una de las formas de poder apagar un gen es añadir compuestos químicos, llamados grupos metilo, a puntos específicos del ADN.
El Dr. Esteller comparó la proporción de los sitios del ADN que tenían metilación en glóbulos blancos de un hombre de 103 años y de un bebé recién nacido. Los resultados mostraron que el neonato tenía grupos metilo apagando genes en más de 80% de los sitios posibles.
El centenario los tenía en el 73%. Esto es una diferencia de casi medio millón de sitios entre uno y otro.
Posteriormente llevaron a cabo una prueba con un adulto de 26 años que mostró metilación en 78% de sitios de su ADN.
Esto, comenta el Dr. Esteller, quiere decir que al comienzo de nuestra vida tenemos un control muy firme de nuestros genes, pero al final de nuestra vida tenemos un epigenoma distorsionado en el cual se ha perdido mucho control de nuestros apagadores genéticos y con una expresión inapropiada de genes.
Y muchos de los genes que pueden protegernos de enfermedades están apagados, esto a su vez puede afectar las características físicas asociadas con la vejez. Algunos estudios han mostrado, por ejemplo, que la dieta de una mujer embarazada puede afectar epigenéticamente el riesgo de obesidad de su hijo.
Actualmente ya se están desarrollando fármacos epigenéticos, entre ellos cuatro para combatir el cáncer.
En términos de nuestro estilo de vida, sabemos que el ejercicio puede apagar epigenéticamente los principales genes de obesidad.