La revista Science publico un artículo muy interesante, en el que plantea un punto de vista nuevo y bastante sorprendente sobre el comportamiento de los animales, sobre la importancia que los microorganismos con los que convivimos tienen en nuestro comportamiento.
Las ideas que se exponen en el artículo provienen de un grupo de debate organizado por la Fundación Nacional para la Ciencia de EUA. En el estudio participaron especialistas en distintos campos, todos con una idea en común: la relación entre el comportamiento de los animales y los microorganismos cuando esta presente una infección.
Se observó cómo cambiaba un animal que sufría una enfermedad, se le prestaba poca antención a los animales sanos y su microbiota, a pesar de ello, ya se conocían casos en los que la explicación más sencilla para un comportamiento tiene que ver con favorecer a los microorganismos que viven dentro de ellos.
La respuesta está en la flora intestinal o microbiota. Para poder dotarse de una comunidad bien desarrollada de bacterias, que no provoca problemas y ayuda en la digestión, lo más fácil es tomarlas de un igual. Y como las heces están cargadas de microorganismos, la vía más directa es aprovechar las que dejan sus parientes.
Las moscas de la fruta (Drophila melanogaster) escogen como pareja reproductiva a aquellos individuos que tienen unas comunidades bacterianas similares a las suyas. La manera que tienen de comprobarlo es mediante olores, ya que una comunidad distinta dará lugar a una composición química, y por tanto un olor distinto. La lógica que hay detrás de este hecho es claro: mi microbiota funciona, y una distinta puede no hacerlo. Así que mejor mantenerla lo más parecida posible.
También afecta a relaciones entre depredador y presa, como en el caso del mosquito de la malaria (Anopheles gambiae). Un estudio reciente demostro que estos mosquitos pican mucho menos a aquellos humanos que tengan una diversidad mayor de bacterias en la piel. Algunos de estos microorganismos generan sustancias que son tóxicas para el mosquito, y por ello los evita. Cuanto mayor es la diversidad, más probable es que haya alguna bacteria, o muchas, que generen este tipo de toxinas.
Faltan experimentos que permitan entender mejor todos estos mecanismos, análisis moleculares que permitan ver diferencias entre las bacterias de distintos individuos y su importancia en el comportamiento. Pero el campo de estudio resulta prometedor.