La creencia de que pensar en un alimento delicioso hace más probable que finalmente se lo coma parece ser falsa, imaginarse a uno mismo disfrutando de un manjar disminuye el deseo de comerlo realmente, concluye una nueva investigación realizada por el Dr. Carey Morewedge, de la Universidad de Carnegie Mellon en EUA.
Los hallazgos del estudio sugieren que es una mala estrategia suprimir los pensamientos sobre las comidas deseadas como forma de evitar los antojos, las personas que se imaginan comiendo algo a continuación lo consumen menos, comenta el Dr. Morewedge, las conclusiones fueron publicadas en la revista Science.
Este nuevo dato ayudará a muchas personas en su batalla contra la obesidad, una patología que alcanza nivel de epidemia por la cantidad de gente que la sufre a nivel mundial. Esta condición es mucho más que una cuestión de estética, ya que aumenta fuertemente en riesgo de sufrir problemas cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, dificultades de movilidad, artrosis, diabetes tipo 2 y depresión, entre otros.
Para realizar el estudio se contó con voluntarios de diversas edades, los participantes fueron divididos en dos grupos: la mitad se imaginó a sí misma poniendo monedas en un lavarropas y el resto se pensó disfrutando de una buena cantidad de golosinas. Este último grupo fue el que, a continuación, comió muchas menos golosinas.
En un segundo experimento, los investigadores pidieron a los voluntarios que imaginaran las mismas escenas pero con diversas cantidades. El resultado fue el mismo: a más comida imaginada menos consumida en la vida real.
En más experiencias como estas, se constató que la reducción en la ingesta real de alimentos gracias a la imaginación se debió a la habituación, que consiste en un descenso en la motivación para comer por ya haber ingerido el alimento, aunque sea mentalmente. El especialista subrayó que este efecto se logró cuando los voluntarios realmente se imaginaron que comían, ya que si pensaban simplemente en el alimento no disminuían sus ganas de disfrutarlo.
La habituación no solo está gobernada por los estímulos sensoriales de la visión, el olor, el sonido y el tacto, sino que la experiencia de consumir está representada mentalmente. Hasta cierto punto, solo imaginar una experiencia es un sustituto de la experiencia real.