Cada abrir y cerrar de ojos dura aproximadamente tres décimas de segundo, este rápido movimiento que nos pasa inadvertido así como la fina membrana de piel que lo realiza, poseen algunos aspectos tan sorprendentes como desconocidos, y ofrece nuevas pistas sobre la salud cerebral y cardiaca de la persona.
Se entiende por parpadeo el cierre parcial o completo de la fisura palpebral. En las personas el cierre de los párpados es el resultado de la contracción del músculo orbicularis oculi, según los neurocientíficos Agnes Gruart y José María Delgado García, de la Universidad Pablo de Olavide en Sevilla, España.
El parpadeo espontáneo ocurre unas 14-15 veces/min. en los humanos; no sólo tiene la misión de proteger y humedecer la córnea, sino que está asociado también con los estadios iniciales y finales del procesamiento de la información visual, incluso imaginaria.
Según los Dres. Gruart y Delgado si se imagina una imagen visual en la oscuridad verá que ésta se modifica cada vez que parpadea. Además, el movimiento palpebral interviene en complejas pautas de expresión facial, como la sonrisa, el llanto, la angustia, el guiño y otras.
El párpado sigue también de forma pasiva (sin activación del músculo orbicularis oculi) el movimiento ocular, como cuando se mira arriba o abajo. La posición natural de los párpados es cerrada, incluso si nos colocamos cabeza abajo; si los párpados están abiertos durante la vigilia es por la acción tónica del músculo elevador.
El movimiento reflejo de los párpados se puede inducir por estímulos de diferentes modalidades sensoriales, táctiles, acústicos y visuales. El cierre reflejo de los párpados es, probablemente, el movimiento más rápido que se puede hacer a nivel orgánico.