En un estudio dirigido por la Dra. Janet Latner, profesora de psicología de la Universidad de Hawái, los «empleadores» calificaron mejor, sin saberlo, a las mismas mujeres tras una cirugía para perder peso
Lo que más influyó sobre si una mujer era contratada o no fue la pequeña foto pegada al currículo de la solicitante. Pero hubo un factor oculto: las fotografías mostraban a las mismas seis mujeres antes y después de una cirugía para perder peso.
El resultado final fue que los empleadores del estudio dieron una calificación más baja a las seis mujeres cuando las fotos las mostraban mientras eran obesas.
Para la investigación, que aparece en una edición reciente de la revista International Journal of Obesity, los 95 calificadores eran en realidad estudiantes universitarios de Nueva Zelanda que no sabían que el prejuicio sobre el peso era el enfoque real del estudio.
«Claramente, no eran empleadores de verdad», señala la Dra. Latner. Pero son personas que entrarán a la fuerza laboral, y el prejuicio subyacente que muestran puede afectar sus decisiones sobre sus futuros colegas.
Los participantes del estudio fueron mujeres, recibieron paquetes de información sobre las «candidatas» a evaluar para un potencial puesto administrativo. Los currículos falsos eran equivalentes en cuanto a las habilidades, la experiencia y la educación. Las mujeres mostradas en las fotografías habían sido localizadas en sitios web. Para descartar sesgos basados en la apariencia, las seis mujeres tenían edades similares, entre 29 y 32 años de edad, y eran de ascendencia europea.
Antes de la cirugía, el índice de masa corpora de las mujeres iba de 38 a 41. Se considera obesa a una persona cuando tiene un IMC de 30 o más. Tras la cirugía, el IMC de las mujeres era de 22 a 24, considerado de peso normal.
Los estudiantes «empleadores» calificaron a las candidatas para determinar su salario inicial, el potencial de liderazgo y las probabilidades de contratación.
Según las calificaciones, las mujeres más gordas tenían menos probabilidades de ser contratadas. Y si lograban superar el desafío, seguirían teniendo unos salarios más bajos y un avance profesional limitado.
Mientras más atractivos se consideraban a sí mismos los calificadores, más potente era el sesgo de peso que mostraban, hallaron los investigadores. En el estudio no se evaluó a hombres, lo que deja abierta la pregunta de si los hombres obesos se enfrentan a un sesgo similar.
Los hombres obesos también se enfrentan a la discriminación, pero la investigación muestra que tienen que llegar a un peso más elevado para que el sobrepeso sea de consecuencia.
Esos sesgos de contratación no son solo hipotéticos. En 2011, un hospital de Texas instituyó una política de que los candidatos a un puesto debían tener un IMC de menos de 35, aunque el hospital retractó esa política poco tiempo después.