Nos gusta la música triste por una cuestión de hormonas

Aquellos a los que les gusta escuchar música triste pueden ser adictos a una hormona secretada por nuestro cuerpo que sirve como calmante de la pena

Nos gusta la música triste por una cuestión de hormonas, esta es una hipótesis que maneja el Dr.  David Huron, quien es el jefe de musicología cognitiva y sistemática de laboratorio de la Escuela Estatal de Música y Centro para la Ciencia Cognitiva de Ohio, que tomó muestras de sangre en su laboratorio de distintas personas mientras escuchaban música triste, música alegre, o no escuchaban nada.

Sus selecciones fueron: ‘Adagio for Strings’ de Samuel Barber, ‘Wicked Game’ de Chris Isaak y ‘Apollo: Atmospheres and Soundtracks’ de Brian Eno en el lado de la música triste; en el lado de la música alegre, principalmente bluegrass.

Lo que  pasa en el caso de la música triste es que las estructuras subcorticales  del cerebro de la gente que la está escuchando responden empatizando con la tristeza y eso induce a la tristeza, señala el profesor, que atribuye el placer por escuchar música triste a la prolactina, una hormona habitualmente asociada a la lactancia y el embarazo.

Según explica el Dr.  Huron, la prolactina podría ser un poco como la madre naturaleza abrazándote, consolándote y diciéndote ‘vale, vale, está bien’.

Cuando se vive una experiencia dolorosa, recibes una inyección de prolactina que evita que la pena se te vaya de las manos.  Así que, la corteza, la parte consciente del cerebro enviará señales a la estructura subcortical diciéndole detente, no hay razones para estar triste, continúa el profesor, que cree que la música triste dispara la prolactina.

Una vez que tienes esa secretación de prolactina sin dolor psicológico,  te sientes muy bien, indica Huron, que conjetura con la posibilidad de que la gente a la que le gusta escuchar música triste obtenga esa inyección de prolactina mientras que la gente que la odia, no.


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