La falta de acceso a servicios de salud de calidad aumenta la incidencia de la fístula obstétrica, una dolencia que se produce en los partos difíciles y afecta a miles de mujeres, de ahí que reclamen una mejor atención médica que ayude a prevenir y tratar esta afección.
En muchos países hay innumerables partos prolongados y obstruidos, ya que muchas mujeres dan a luz en su domicilio, lo que propicia que cuando finalmente llegan a un hospital, a menudo es demasiado tarde no sólo para el recién nacido, sino también para la madre.
Una de las principales secuelas que deriva de estas deficiencias es la fístula obstétrica, que ocurre cuando la cabeza del bebé comprime los tejidos blandos. La falta de flujo sanguíneo causa la necrosis del tejido, provocando la formación de un canal de comunicación entre la vagina y el uréter, la vagina y el recto, o ambos.
Esta lesión provoca, a su vez, incontinencia urinaria o fecal, que hace que las mujeres con fístula vivan avergonzadas y a menudo son rechazadas por sus propias familias y comunidades.
Las fístulas son en gran parte prevenibles, ya han desaparecido en los países desarrollados, donde el acceso a la atención obstétrica es universal. La clave para evitarlas es una atención prenatal adecuada para detectar embarazos de alto riesgo, sumada al acceso a una atención obstétrica de urgencia que permita practicar cesáreas en partos obstruidos. Una vez que se ha producido la lesión, la operación para cerrar una fístula puede ser larga y delicada, y se requiere personal especializado. Pero tratar fístulas va mucho más allá del aspecto quirúrgico, ya que estas mujeres también requieren apoyo psicosocial para reintegrarse a sus comunidades.