Las personas presentan miedo a hablar en público por varias razones, que incluyen el miedo a las críticas, el miedo al fracaso, el miedo a que la gente les observe, la ignorancia del tema a tratar y también les preocupan las posibles reacciones del auditorio.
Para mucha gente, tal ansiedad está basada en la falta de experiencia, o pueden haber visto a colegas o a otras personas dando charlas en público con poco éxito y tienen miedo de que les ocurra lo mismo, otros pueden haber tenido experiencias desagradables en intentos previos. En todos ellos, la ansiedad puede crear la suficiente tensión como para garantizar el fracaso.
El aspecto esencial de hablar en público es planificar. Además de valorar el contenido del tema y las limitaciones de tiempo, debe considerarse por quién está formado el auditorio, es bueno practicar preparando cortas charlas para familiarizarse con la exposición.
Un temor frecuente es olvidar lo que va a decir, escribir notas (quizá palabra por palabra) a las que se pueda recurrir, el proceso de clasificar las notas mientras se habla puede interferir con la fluidez de la presentación y puede distraer al auditorio. De acuerdo con ello, el tema debe ser leído tranquilamente unas cuantas veces para después resumir en una única hoja de papel con los puntos de interés subrayados en colores brillantes para una fácil identificación. De igual manera, ya que en los primeros minutos se establece el temor perdurable de la charla, las frases iniciales deben memorizarse y ensayarse hasta conseguir una charla fluida.
Un desastre completo y un efecto memorable pueden suceder mediante la utilización ansiosa del humor, es especial si el auditorio está compuesto de extraños, una regla básica es evitar siempre el humor hasta que el tema sea completamente familiar y pueda irse desarrollando con confianza y flexibilidad y la audiencia conozca ya al conferenciante. Otra parte importante de la preparación adecuada es identificar los componentes somáticos y cognitivos de la ansiedad y hacer las intervenciones apropiadas.
Cuando se da una charla en público, mover los pies nerviosamente, jugar con las manos, lápices o papeles o mantener los ojos rígidamente fijos en las notas que se utilizan son signos de falta de confianza y de competencia. Hay que mantener una postura relajada y confiada. El orador debe elegir a unas cuantas personas distribuidas, aproximadamente, a la misma distancia en la sala y mirarlas de forma pausada y sin rodeos mientras va dando la charla. En este sentido, la atención se dirige a toda la sala.
Las preguntas pueden proporcionar una preocupación considerable en el angustiado conferenciante. Con cada tema preparado como tarea para hacer en casa, es útil que el paciente prepare posibles cuestiones que, razonablemente se puedan presentar. Esto incrementa la confianza del conferenciante en el conocimiento del tema y le permite ensayar de forma eficaz para cuando se presenten preguntas difíciles. Así, si no conoce la respuesta, puede practicar diciendo que no la conoce sin que ello le cause embarazo innecesario o sorpresas poco agradables, mientras da la impresión de que tiene la confianza suficiente como para admitir que tiene algunas lagunas sin ningún reparo.