Por sus características de metal super pesado y radiactivo, el plutonio es una de las sustancias más tóxicas para la salud humana, y el riesgo de exposición se incrementa como resultado de la contaminación del suelo, el aire o el agua tras un escape o accidente radiactivo.
Una vez sucede la contaminación, el elemento mantiene su radiactividad en el medio ambiente durante mucho tiempo y sólo después de miles de años se degrada hasta el punto en que es considerado inofensivo.
Como no es un elemento que se encuentra en la naturaleza, el plutonio virtualmente no existía antes de la década de los años 40, cuando fue descubierto a partir de experimentos con uranio-233 en el marco de la construcción de la bomba atómica.
En ese entonces, las personas que podían quedar expuestas a la radiactividad eran los trabajadores de los laboratorios de experimentación y los que vivían cerca de los campos de pruebas atómicas.
Con el correr de los años, el plutonio dejó de ser de uso exclusivamente bélico para pasar a ser utilizado en la generación de energía, incrementando el riesgo potencial para los humanos, cuando por errores, fallas de equipo o accidentes en las plantas nucleares se escapa al medio ambiente, como ha sucedido en Japón.
La contaminación ocurre a través del agua o del aire. Las partículas de plutonio en el aire se pueden depositar sobre el suelo, donde las personas trabajan o los niños juegan. El agua contaminada, por su parte, puede ser consumida o utilizada para riego o para la recreación.
Las partículas también pueden depositarse sobre las cosechas o sobre el pasto que comen las vacas, que luego producen leche o carne para el consumo humano.
El plutonio emite radiación alfa y rayos X de baja intensidad, que son fácilmente absorbidos por el tejido. La radiación no puede penetrar la piel, así que si el plutonio se mantiene por fuera del cuerpo, por lo general es inofensivo.
La situación es diferente si se ingiere, se respira o entra en el torrente sanguíneo. En ese caso, la toxicidad es muy alta porque los rayos alfa pueden destruir el tejido viviente.
El mayor riesgo de exposición humana es por la respiración de aire contaminado, ya que cuando las partículas de plutonio se inhalan, se adhieren a los pulmones y continúan emitiendo radiación interna.
Pueden permanecer en los pulmones, pasar a la sangre o al tubo gastrointestinal, el 80% del plutonio que entra en la sangre se deposita en el hígado, los huesos o la médula ósea, donde permanece durante años, dañando el tejido contiguo, ese daño puede derivar en cáncer.
Otros efectos incluyen esterilidad, mala función del sistema inmunológico y, si la dosis es muy grande, envenenamiento agudo y la muerte.