Tradicionalmente se ha considerado que conforme envejecemos existe un declinar en la sexualidad, pero el mito de que la sexualidad desaparece con los años carece de fundamento, ya que nadie puede asegurar a qué edad cesa el deseo sexual y/o la actividad sexual.
El Dr. Carlos Verdejo Bravo, geriatra miembro de La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología es, comenta que la actividad sexual no tiene por qué perderse con el paso de los años, lo que ocurre es que las personas mayores necesitan conocer qué cambios va a experimentar su organismo, y en concreto su aparato genital, para poder adaptarse a ellos.
El cese de la actividad sexual no es un hecho que vaya ligado a la edad cronológica de las personas, sino una circunstancia variable que dependerá de unos factores individuales, lo primero, claro está, es tener pareja. Hoy en día hay más hombres mayores casados (el 79% de los mayores de 65 años, frente al 51 % de las mujeres) y más mujeres mayores viudas (el 38% frente al 15% de los viudos). Pero, aún teniendo pareja hay que tener en cuenta otros factores, como el estado de salud propio y el de su pareja; el grado de incapacidad física y mental de la persona y de su pareja, la frecuencia y la calidad de las relaciones sexuales previas; diferentes aspectos psicosociales; y algo muy importante, el grado de información que tengan los mayores sobre las modificaciones que aparecen en la función sexual.
Hay que añadir los cambios que sufre el organismo con el paso de los años que, en el varón, se suelen producir lenta y progresivamente a partir de los 60 años, mientras que en la mujer la mayoría de los cambios surgen de una manera relativamente rápida a partir de la menopausia (que se establece en torno a los 51-52 años).
A los cambios anatómicos y funcionales, hay que sumar la repercursión de otras patologías orgánicas crónicas y, además el consumo de algunos grupos farmacológicos, lo cual puede justificar ciertas modificaciones en el comportamiento sexual en los mayores, bien por las alteraciones del sistema hormonal, bien por las repercusiones físicas y psico-sociales de las enfermedades crónicas que producen algún grado de incapacidad. No obstante, ninguno de estos cambios condiciona obligatoriamente el cese de la actividad sexual, sino que exigen más bien una adaptación de la persona mayor a sus nuevas características.
La disfunción sexual es más común en las mujeres que en los hombres, y se considera que es particularmente común a partir de la etapa perimenopáusica, ya que esta etapa se acompaña de una reducción del interés sexual, así como de la respuesta y frecuencia del coito.
En las mujeres:
– Dispareunia: La presencia de dolor durante el coito puede deberse tanto a factores orgánicos como psicológicos o a la suma de ambos. La causa más común tras la menopausia suele ser la vaginitis atrófica por hipoestrogenismo, aunque puede deberse a otras causas menos frecuentes (infecciones, quistes, tumores pélvicos). Generalmente este problema se soluciona con un tratamiento hormonal sustitutivo (especialmente estrógenos locales) que logra mejorar la lubricación vaginal.
– Disminución de la libido o del deseo sexual: además del efecto del envejecimiento, afectan negativamente: los problemas médicos crónicos (diabetes mellitus, enfermedad Parkinson, artrosis, cardiopatías, depresión, ansiedad), así como la toma de bastantes fármacos (psicofármacos, diuréticos, antihistamínicos).
– Falta de orgasmo, habiendo tenido previamente una excitación sexual normal. Tiene a esta edad un origen casi siempre orgánico (diabetes, enfermedad cerebrovascular, alteraciones medulares, alteraciones) o farmacológico
En los hombres:
– Disfunción eréctil: La incapacidad de alcanzar o mantener una erección adecuada puede llegar a afectar a un 55-65% de los varones de 70 o más años. Este trastorno sexual puede deteriorar significativamente la calidad de vida de los afectados. Las causas más frecuentes en los varones mayores son de tipo orgánico: alteración vascular (más de la mitad de los casos), patología neurológica (problemas medulares, enfermedad Parkinson), así como endocrinológica. La influencia de los fármacos también es notoria (antidepresivos, antipsicóticos, antihistamínicos, antihipertensivos). Por el contrario, el origen psicológico de la disfunción eréctil se reduce proporcionalmente con la edad, considerándose muy infrecuente en los varones mayores.
– Disminución de la libido: es un problema menos frecuente y en los varones mayores se asocia muchas veces con un déficit hormonal (andrógenos), un trastorno psicológico (depresión, ansiedad) o con la toma de ciertos fármacos (psicofármacos, beta-bloqueantes, hipotensores).
– Trastornos de la eyaculación: algunos problemas médicos, casi siempre secundarios a intervenciones quirúrgicas (sobre todo de la glándula prostática), pueden generar una alteración en la salida del semen (eyaculación retrógrada). La eyaculación precoz es infrecuente en la población mayor
La mayoría de estos problemas tienen solución. Así que es fundamental que los mayores aborden con su geriatra los temas sexuales con la misma naturalidad que otros problemas de salud y que no piensen en: “Yo ya soy mayor para eso”.