Guía para vencer los antojos

Los antojos se hacen presentes en diferentes circunstancias ligadas a las emociones. Es posible alejarlos realizando alguna actividad.

Seguramente les ha pasado de sentir un terrible antojo, una necesidad de comer algo dulce, grasoso, repleto de calorías y sucumbir ante la tentación de comerlo, con el consiguiente sentimiento de CULPA.

Pero resulta que ceder a un antojo no es completamente nuestra culpa, es algo que viene desde nuestros ancestros prehistóricos y que nos predispone genéticamente a buscar los alimentos grasos para aplacar el hambre.

En la prehistoria, los suplementos calóricos eran intermitentes y esenciales para la sobrevida, de ahí que contemos con un mecanismo que nos hace desear las calorías estar en disposición para luchar por ellas.

En la prehistoria los alimentos ricos en calorías eran escasos y tenían gran demanda, mientras que los alimentos bajos en calorías, derivados de las plantas, estaban a disposición de los humanos. Cuando se lograba cazar un animal, el cerebro reaccionaba ante la gran disponibilidad de calorías liberando neurotransmisores cerebrales relacionados con el placer como la serotonina y la dopamina. Esta inundación de “hormonas de la felicidad” a nivel cerebral creaba un efecto Pavlov, relacionando los alimentos ricos en grasas y calorías con sensaciones de bienestar y felicidad.

Por otra parte, nuestros ancestros más cercanos sentían una gran emoción al obtener azúcar, grasa y proteína. Pero esto ya no es una realidad hoy en día donde en cualquier tienda de abarrotes encontramos todo tipo de alimentos ricos en carbohidratos, grasas y calorías. Sin embargo, nuestro instinto de sobrevivencia nos hace buscar comidas con alto contenido calórico cuando percibimos que hay escasez de recursos. La realidad es que no se requiere de hambruna para despertar estos instintos, cualquier pensamiento que nos lleve a considerar, conciente o inconcientemente, que va a pasar un lapso largo sin tener acceso a comida, nos hace desear alimentos ricos en calorías.

La memoria también es responsable, en parte, de los antojos. Recordar comer los alimentos que nos preparaba un ser muy querido en la infancia puede reconfortarnos cuando nos sentimos tristes o nostálgicos.  En relación con esto, un estudio publicado en la Revista de Investigación Clínica (Journal of Clinical Investigation) reporta que los alimentos ricos en grasas resultan más reconfortantes en los momentos de tristeza. Demostraron estos datos al administrar solución salina a un grupo de participantes y a otros una mezcla de ácidos grasos. Los que recibieron la mezcla de ácidos grasos reaccionaron de manera más positiva ante música depresiva y caras tristes que los que recibieron solución salina. Este estudio demostró que el antojo de alimentos ricos en calorías cuando se está triste, tiene bases biológicas y no meramente psicológicas.

La batalla no está perdida… ¿Qué podemos hacer? Podemos reeducar nuestro cerebro. La psicóloga de la Cleveland Clinic, Susan Albers afirma que buscamos la comida en piloto automático y comenzamos a comer sin siquiera tener conciencia de ello. La clave radica en iniciar otra actividad.

A diferencia del hambre real, que sobreviene con el tiempo transcurrido sin ingerir alimento, los antojos ocurren cuando uno está estresado, ansioso, aburrido o simplemente al ver u oler algo que nos gusta. Lo que hay que hacer es asociar dichos antojos con otra actividad como tomar té o caminar: es como sustituir un hábito por otro.

Opciones para distraer la atención incluyen masticar chicle, tomar té, inhalar aceites aromáticos relajantes, escribir en un diario los antojos que vamos teniendo, hacer ejercicios de relajación o leer. La realidad es que cualquier actividad que nos mantenga ocupados puede distraer nuestra atención de los antojos que tenemos.


Deja un comentario