Investigadores británicos dirigidos por el Dr. Roland Zahn de la Universidad de Manchester en Inglaterra, usaron Imágenes por Resonancia Magnética, funcional para escanear los cerebros de personas con antecedentes de depresión mayor y un grupo de control de personas que nunca habían sufrido de depresión. Se pidió a los participantes de ambos grupos que imaginaran que actuaban mal con su mejor amigo y que describieran sus sentimientos sobre el hecho.
En comparación con el grupo de control, las personas con antecedentes de depresión mostraron respuestas distintas en regiones cerebrales asociadas con la culpa y con el conocimiento sobre la conducta social aceptable, halló el equipo de investigadores.
Por primera vez, trazaron el mapa de regiones del cerebro que interactúan para vincular conocimiento detallado sobre la conducta socialmente aceptable (el lóbulo temporal anterior) con los sentimientos de culpa (la región subgenual del cerebro) en personas con tendencia a la depresión, señala el Dr. Roland Zahn.
En personas con antecedentes de depresión, esas regiones cerebrales no se conectan con tanta fuerza como en las personas que nunca se han deprimido. Algo interesante es que este desacoplamiento solo ocurre cuando las personas con tendencia a la depresión se sienten culpables o se culpan a sí mismas, no cuando se sienten enojadas o culpan a los demás.
Esto podría reflejar una falta de acceso a detalles sobre qué exactamente fue inadecuado en su conducta cuando se sienten culpables, extendiendo así la culpa a cosas por las cuales no son responsables, y sintiéndose culpables de todo.
El estudio aparece en la revista Archives of General Psychiatry, es el primero en proveer evidencia de mecanismos cerebrales que respaldan la teoría de Sigmund Freud de que la culpabilidad y la autoculpa pueden desempeñar un papel muy importante en la depresión.
Los hallazgos pueden explicar por qué algunas personas reaccionan al estrés con depresión en lugar de agresividad, y pueden llevar a una nueva forma de predecir el riesgo de depresión.
Fuente: University of Manchester