Bostezar más que indicar fatiga o aburrimiento podría ser un mecanismo para enfriar la cabeza, de acuerdo con un estudio dirigido por el Dr. Andrew Gallup, del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Princeton en EUA.
Los Dres. Gallup y Eldakar Omar, encontraron que la frecuencia de bostezos varía con la estación del año, pues las personas bostezan menos cuando el calor al aire libre es mayor que la temperatura corporal, lo que podría deberse a que el bostezo serviría como un método para que el cerebro regule su temperatura.
Los investigadores documentaron las veces que bostezaron 160 personas en invierno y en verano en Tucson, Arizona, con 80 personas para cada temporada, encontraron que los participantes fueron más propensos a bostezar en el invierno, en comparación con el verano cuando la temperatura ambiente era igual o superior a la temperatura corporal.
El estudio mostró una mayor incidencia de bostezos cuando la temperatura ambiente fue más baja, incluso después de controlar estadísticamente otras características tales como la humedad y la cantidad de sueño la noche anterior.
Al analizar los datos para cada estación por separado, se observó que el bostezo se relaciona con cuánto tiempo está una persona expuesta a las condiciones climáticas. En verano la proporción de personas bostezando se redujo significativamente, de 40% en invierno a sólo 10% en verano. Un efecto inverso se observó en el invierno, la proporción de personas que bostezaba sólo aumentó ligeramente para los que pasaron más de cinco minutos al aire libre.
Este es el primer informe que muestra que la frecuencia de bostezo varía de una temporada a otra, las aplicaciones de esta investigación son interesantes, no sólo en términos de conocimientos fisiológicos básicos, sino también para comprender mejor las enfermedades y condiciones, como la esclerosis múltiple o la epilepsia, que se acompaña de, disfunción bostezos frecuentes y de termorregulación. Estos resultados también proporcionan apoyo adicional a la opinión de que el bostezo excesivo puede ser utilizado como una herramienta de diagnóstico para la identificación de casos de la termorregulación disminuida.
El estudio concluye que las temperaturas más altas no dan alivio a cerebros sobrecalentados, pues de acuerdo con la teoría de la termorregulación del bostezo el cerebro regresa a la calma o se enfría a través de un intercambio de calor con el aire aspirado durante un bostezo.
Se cree que el efecto de enfriamiento del bostezo es el resultado del incremento del flujo sanguíneo al cerebro causada por el estiramiento de la mandíbula, así como por una contracorriente de intercambio de calor que se genera con el aire ambiental que acompaña a la inhalación profunda.
Esto apoya la opinión de que los mecanismos que controlan la expresión de los bostezos están implicados en la fisiología de la termorregulación. La investigación se publicó en la revista Frontiers in Evolutionary Neuroscience.