Cuando se nos ilumina el rostro con una sonrisa teñida de emoción al ver a los Payamédicos cambiando el gesto adusto de los niños internados en las salas de oncología pediátrica, por una tímida carcajada, pensamos en todo el beneficio que la risa puede traer al agobio de la enfermedad.
Pero la tarea de ese magnífico grupo de gente que apuesta a la alegría para enfrentar el dolor, es un recurso especial en circunstancias excepcionales. No olvidemos que la enorme mayoría de los internados en salas de pediatría son pequeños que también sufren la incertidumbre de no entender lo que les pasa y observan con miedo cuando el médico se acerca a examinarlos o a extraerles sangre. Y los adultos, cuando nos toca estar internados o debemos asistir a un consultorio médico ¿cómo percibimos la situación?
La reflexión apunta al hecho de que la sonrisa y su expresión más explosiva, la risa, debEn estar presentes en todas las circunstancias posibles de la tarea médica.
Es probable que al estudiante de medicina o al graduado los conocimientos en cuanto a la importancia del humor en la práctica médica, no constituyan un mecanismo suficiente. Es preciso que el interesado internalice, dentro de su propia estructura, la jerarquía que importa entender al humor como un mecanismo auxiliar terapéutico. De nada sirve enseñarle las maniobras para palpar el hígado, si el destinatario se inclinará a pedir una ecografía.
En la medicina hay grandes exponentes que ejercitaron el humor como recurso curativo. Para recordar alguno en especial es válido referirse al excepcional pediatra y docente, quien por vez primera entendió la importancia de la internación conjunta madre-hijo. La vigencia del buen humor en la conservación de la salud no constituye una adquisición moderna.
No es sencillo diseñar los procedimientos para que el estudiante o el médico desarrollen la capacidad de entender la importancia del tema. Recordemos la historia de David Garrick, el excepcional intérprete de Shakespeare, y recitador cómico del siglo XVIII, probable creador de la risoterapia, a quien el poeta mexicano Pesa le dedica la poesía: “Spleen” (que puede traducirse como estrés), en la que describe la depresión que el actor sufría detrás de su actuación y gesto divertido. La propuesta de promover el humor en los estudiantes y en los médicos no es sencilla, pero debiera intentarse. El buen humor y la alegría son un antídoto contra la enfermedad, pero también son rivales del pensamiento rígido y fundamentalista.