Existen una serie de enfermedades ligadas a la neurosis, y que tienen su origen en creencias culturales que pueden verse en varios entornos geográficos, como lo sugieren los siguientes casos.
Los estudiantes de África Occidental ven entorpecido su pensamiento por lo que llaman «niebla cerebral». Los esquimales sufren de «histeria ártica», una especie de estado de pánico en la cual las víctimas se desprenden de su ropa y corren desnudos en el frío hasta caer en coma. Los habitantes de las islas Wellesey en Australia sufren de ataques de pánico conocidos como Malgri si se sumergen en el mar sin haberse lavado las manos de los restos de alimentos que se han producido en tierra, pues para ellos (la tierra y el mar son enemigos en su mitología). Los malayos son presa de una furia asesina, el Síndrome de Amok, tan terrible que el nombre ha llegado a occidente y se emplea para describir los estados psicóticos en los que caen por ejemplo los desequilibrados que cometen masacres en escuelas o en restaurantes.
Y aunque estas dolencias puedan parecer curiosas o exóticas, en occidente tampoco nos libramos de ellas. ¿Cómo podemos explicar de otra forma la sobreproporcón de enfermedades tales como la bulimia o la anorexia en Europa frente a Japón? Estas dos patologías podrían considerarse «enfermedades culturales» occidentales. El poder de las normas culturales y sociales sobre la mente es muy conocido. De igual forma que es difícil que un individuo que no crea que la tierra y el mar son enemigos muera de Malgri, tampoco es probable que alguien que no se obsesiona con su apariencia física y ciertos cánones de belleza y extrema delgadez sufra anorexia.
Según el antropólogo Michael Kenny, de la Simon-Fraser University en Columbia Británica, del mismo modo que existe el efecto placebo, existe su opuesto. Los estudios muestran que los grupos de prueba a los que se infunde miedo a padecer problemas del corazón acaban por desarrollarlos . El psiquiatra Arthur Barsky denomina a este fenómeno «efecto nocebo».