La Disfunción Eréctil es un padecimiento que se define como la incapacidad para mantener una erección suficiente para sostener una relación sexual. En la mayoría de los casos, esta enfermedad se asocia a la edad, por ello afecta en especial a los hombres después de los 40 años de edad.
Cifras de la Organización Mundial de la Salud, señalan que el 52% de los varones de entre 40 y 70 años enfrentan esta disfunción. En México, no existen cifras precisas debido a las implicaciones culturales y sociales que representa, sin embargo se estima que la padecen aproximadamente 8 millones de hombres.
Este padecimiento tiene como síntoma único, la falta de una erección suficiente para mantener una relación sexual. Sin embargo, se considera que el paciente debe acudir en busca de ayuda médica especializada después de 3 meses sin erecciones, o que éstas no sean las adecuadas para el ejercicio de la sexualidad.
En el 70% de los casos las causas son fisiológicas, ya que puede surgir como consecuencia de enfermedades como la diabetes, esclerosis múltiple, aterosclerosis o por padecimientos renales. Otros causas comunes, son la cirugía de próstata que puede generar daños a los nervios relacionados con la erección, así como el uso de medicamentos como los antidepresivos y tranquilizantes, así como por una reducción en la producción de la hormona masculina testosterona.
Sin embargo sus causas también pueden ser psicológicas debido a problemas como el estrés, ansiedad, sentimientos de culpa, depresión, baja autoestima e incluso el temor a fallar en las relaciones sexuales.
El diagnóstico se realiza mediante una historia clínica orientada a establecer si se trata de esta enfermedad y en ese caso, cuál es su origen. Es decir, si el paciente padece enfermedades como diabetes o hipertensión arterial o si utiliza algún tipo de medicamentos que lo desencadenen.
Asimismo debe realizarse un estudio físico para determinar la presencia de anomalías anatómicas y un tacto rectal para descartar un problema de próstata.
Otros método de diagnóstico son los exámenes de sangre para determinar la presencia de testosterona o prolactina en la sangre, lo que indicaría un problema de tipo endócrino.
Asimismo, se realiza la cavernosografia de infusión dinámica, que consiste en provocar una erección mediante el uso de fármacos, a fin de determinar la capacidad de almacenamiento de la sangre. Otro recurso útil para el diagnóstico son las ecografías para determinar el funcionamiento de venas y arterias de ese órgano.
Un método más de diagnóstico es el monitoreo de la erecciones que ocurren durante el sueño, llamadas tumescencia peniana nocturna, lo que permite descartar que el problemas sea de tipo fisiológico.
Por tratarse de una enfermedad con serias repercusiones en la autoestima, la falta de atención médica puede agudizar seriamente este padecimiento, al generar nuevas presiones de tipo psicológicas sobre el paciente.
Pese a este riesgo, se estima que las implicaciones sociales y culturales provocan que menos del 10% de los afectados, busque ayuda especializada.
Hoy en día existe una gran variedad de tratamientos para la disfunción eréctil.
Uno de los más eficaces es el uso de fármacos especializados, que permiten recuperar la función sexual mediante productos que se administran vía oral.
Otro método, son las inyecciones de fármacos directamente en el pene a fin de relajar los músculos lisos y permitir la erección.
Otro método es el uso de dispositivos de vacío que consiste en la colocación de un cilindro de plástico que crea un vacío permitiendo el flujo de sangre hacia el pene.
Un tratamiento más son los implantes peneanos, ya sea hidráulicos o plásticos hinchables que se colocan en el interior del órgano a fin de permitir la erección.
Asimismo existe la cirugía vascular que permite reparar las arterias dañadas o ligar o extirpar aquellas que ocasionan un drenaje excesivo de sangre.
En tanto, si la causa es de tipo psicológico, el tratamiento consiste en acudir a terapias con especialistas en el área de la Psicología.