Muchas personas han intentado dejar los alimentos ricos en grasas y comer comida más sana, y se han encontrado con la obsesión de comer galletas y papas fritas.
Elegir una ensalada en lugar de una hamburguesa con queso puede dar la sensación de ser un acto de gran fuerza de voluntad.
Los científicos encabezados por la Dra. Daniele Piomelli, profesora de anatomía y neurobiología en la Universidad de California en Irvine, creen que han hallado una pista importante para explicar esto.
Trabajando con ratones, los investigadores afirman que han descubierto cómo el estómago se comunica con los centros de recompensa del cerebro, y cómo las dietas ricas en grasa pueden interrumpir esta comunicación y conducir a que se coma en exceso.
El estudio también halló que las dietas ricas en grasas llevaron a los ratones a que despreciaran su comida normal, con poca grasa. Usted intenta perder peso. Tiene una dieta deficiente e intenta ajustarla, pero su cuerpo y su cerebro al unísono dicen: ‘No, no queremos ese tipo de comida'».
El hecho de comer alimentos ricos en grasa desencadena la liberación de dopamina, sustancia química cerebral que hace que nos sintamos bien. Los estudios anteriores hallaron que conforme las personas y los ratones se vuelven obesos, el sistema cerebral de la dopamina deja de funcionar adecuadamente, comer se vuelve algo que aporta una recompensa menor.
A medida que la comida se vuelve menos estimulante, una teoría mantiene que las personas necesitan comer cada vez más para sentirse satisfechas, lo que crea un círculo vicioso de aumento de peso y comer en exceso.
Para el nuevo estudio, los investigadores observaron a dos grupos de ratones. El primer grupo fue alimentado con una dieta normal y baja en grasa. Al segundo grupo se le asignó una dieta rica en grasa. Los investigadores alimentaron a los ratones con catéteres que llegaban directamente a su estómago para eliminar cualquier influencia del sabor o del hecho de masticar los alimentos.
Tal y como se esperaba, los ratones que consumían una dieta rica en grasa producían menos dopamina en el cerebro. Pero, sorprendentemente, también produjeron una señal más baja de la presencia de lípidos (grasa) llamada oleiletanolamida en el intestino.
La oleiletanolamida juega un papel importante en la digestión, cuando los investigadores les dieron a los ratones con la dieta rica en grasa una infusión de oleiletanolamida, también crearon más dopamina en el cerebro, lo que sugiere que la señal también juega un papel importante en el valor que tienen los alimentos como recompensa.
El hecho de que este compuesto esté conectado con los centros de recompensa del cerebro tiene sentido, ya que todos los mecanismos de supervivencia dependen de la recompensa.
Las personas que tienen problemas al producir la oleiletanolamida tienden a volverse obesos mórbidos.
Los ratones con una dieta rica en grasa a los que se les dio infusiones de oleiletanolamida perdieron peso y empezaron a mostrar un mayor interés en los alimentos con poca grasa, lo que sugiere que el componente hace que el cerebro sea más sensible a cantidades más bajas de calorías en los intestinos.
Todavía está por verse si los medicamentos que estimulan la producción de oleiletanolamida podrán algún día ayudar a que el requesón tenga una recompensa tan grande para el cerebro humano como el pastel de chocolate.
Los resultados del estudio se publicaron en la revista Science.