La psoriasis, que afecta a las personas de cualquier edad en todo el mundo, es una de las dermatosis crónicas más frecuentes en los países industrializados. Se calcula que afecta al 2% de la población en EUA y Europa. Las considerables variaciones locales en su prevalencia se han atribuido a muy diversos factores de tipo genético, climático, nutricional y ecológico.
Se conocen también varios factores biológicos que pueden desencadenar su expresión, como las infecciones estreptocócicas o víricas, así como las crisis emocionales o el embarazo. Otros casos parecen estar relacionados con la administración de ciertos fármacos, como el litio, la cloroquina o los bloqueantes adrenérgicos β.
La psoriasis vulgar, que es la forma más frecuente, se caracteriza por la presencia de placas eritematoescamosas de tamaño variable, generalmente localizadas en el cuero cabelludo, los codos y las rodillas, aunque también pueden afectar al tronco. Otros rasgos clínicos frecuentes son los hoyuelos ungueales (pitting), así como el engrosamiento y la coloración amarillenta de las uñas.
Cuando las lesiones son muy extensas, puede producirse una fina descamación exfoliativa generalizada, conocida como psoriasis eritrodérmica. En un 5-10% de los pacientes, la psoriasis se asocia a artritis inflamatorias de las manos y los pies, e incluso a espondiloartritis anquilopoyética. En los pacientes con sida se observan con frecuencia lesiones psoriasiformes, junto con formas graves de dermatitis seborreica y síndrome de Reiter.
La psoriasis en gotas afecta preferentemente a los niños. Suele estar desencadenada por una infección estreptocócica, sin bien puede presentarse también durante la reagudización de una psoriasis vulgar crónica. Clínicamente se caracteriza por la aparición brusca de abundantes lesiones psoriásicas de pequeño tamaño. Aunque es posible su curación espontánea, lo más habitual es que evolucione hacia la psoriasis vulgar.