Las personas que constantemente culpan a los demás por los males de su vida tienen un riesgo mayor de desarrollar alguna enfermedad. El Dr. Carsten Wrosch, de la Universidad de Concordia en Canadá, analizó la relación entre los fracasos, la amargura y la calidad de vida.Y notó que algunas personas logran evitar el resentimiento mientras que otras quedan marcadas por una constante sensación de rencor hacia los demás.
Al analizar a fondo el fenómeno el especialista observó que el resentimiento constante puede resultar en sentimientos globales de ira y hostilidad que, cuando son lo suficientemente fuertes, pueden afectar la salud física de las personas.
El fracaso personal, comentan los especialistas en comportamiento humano, es una de las principales causas del resentimiento, que se caracteriza especialmente por emociones de ira y recriminación. Mientras que el arrepentimiento implica culparse a uno mismo, el resentimiento significa responsabilizar a los demás por lo que le pasa a uno mismo.
Cuando esta emoción se abriga por demasiado tiempo, la amargura predice patrones de desregulación biológica (un impedimento fisiológico que afecta al metabolismo, las respuestas inmunes y las funciones de los órganos) y de enfermedades físicas, enfatiza el Dr. Wrosch.
Pero lo positivo de esta situación es que tiene solución, el Dr. Wrosch asegura que es posible evitar y aliviar el resentimiento al buscar nuevas maneras de sentirse satisfecho con los propios objetivos. Si no es posible cumplir con las metas, entonces es importante desentenderse del tema y comenzar un proyecto que sea igual de significativo.
Este proceso de comprometerse y re-comprometerse se denomina auto-regulación y el Dr. Wrosch lo considera muy importante para la salud mental, cualquier intervención terapéutica efectiva depende de que el individuo afectado encuentre formas de autoregularse.
A veces se necesita otro sentimiento extra para superar el resentimiento, cuando otra persona es realmente responsable de los problemas propios entonces la clave para no aferrarse a la ira es perdonar.