Si queremos saber por qué tenemos relaciones personales de buena o mala calidad tanto con mujeres como con hombres, con frecuencia necesitamos analizar cómo se construyeron los moldes de nuestra identidad sexual y cómo tomaron forma los patrones por los cuales nos desenvolvemos cuando interactuamos con el resto de personas.
Tenemos que ver cómo fuimos modelados, es decir, cómo aprendimos e internalizamos las cuestiones del sexo y las relaciones personales a través de nuestra infancia y adolescencia.
Esas experiencias son las que determinan cómo escogemos pareja y nos relacionamos con el resto de personas hoy, que eres un adulto o joven. Usualmente, los terapeutas proponen estas cuestiones a sus pacientes y les piden determinar si son verdaderas o falsas en sus propias vidas; haz el ejercicio tú también:
De lo que sé y recuerdo de mi infancia temprana, las demostraciones físicas de afecto fueron siempre fuente de comodidad y amor (por ejemplo, ¿recuerdas a tu madre o padre dándote las buenas noches con un beso mientras te acostaban? ¿tienes recuerdos tempranos de ser cargado y abrazado por uno de tus padres?)
Mis padres tienen diferentes modos de mostrar su afecto hacia mis hermanos y hacia mí (por ejemplo, en varios casos, los papás se sienten más cómodos jugando “fuerte” con los niños que con las niñas)
Al crecer, mis padres se prodigaron siempre afecto uno al otro (¿recuerdas a tus padres abrazándose o besándose? ¿parecían estar físicamente cómodos y conectados? ¿o estaban fríos y distantes?)
Mis padres emplearon medios físicos de disciplina (¿alguno de tus padres te castigó alguna vez con un cinturón o con la mano? ¿cuál era el método usual? ¿lo solía hacer sólo uno de ellos? ¿el contacto físico ha sido algo que has asociado más con el castigo que con el afecto en tu niñez?)
Cuando fui creciendo, mis padres se sentían menos cómodos mostrándome afecto (¿tus padres se mostraron más lejanos mientras transitabas en la adolescencia? ¿notaste alguna diferencia en cómo tu madre o padre interactuaba físicamente contigo?)
Sea que tus respuestas sean “verdadero” o “falso”, esta información puede ofrecer información valiosa sobre tus actuales puntos de vista sobre la sexualidad. La escritora Aline Zoldbrod, en su libro Sex Smart, analiza cómo la niñez forma la vida sexual adulta y divide los ambientes caseros en que crecimos en siete tipos, basándose en cómo se trataban los temas sexuales en ellos. ¿Puedes identificar tu propio hogar en alguno de estos tipos?
El ambiente ideal
En este hogar, la curiosidad sexual es alentada, las respuestas sobre el sexo son respondidas con información apropiada de acuerdo a la edad del niño y la privacidad e independencia son respetadas y cultivadas activamente.
El ambiente predominantemente cuidado
Es similar al ambiente ideal, aunque con algunos grandes baches. Por ejemplo, si un padre o hermano sufre de períodos intermitentes de depresión o enfermedad, o un divorcio o nuevo matrimonio causa un quiebre en el funcionamiento perfecto del ambiente ideal.
El ambiente evasivo
En este escenario, los padres generalmente evitan el tema del sexo y crean un ambiente en el cual preguntar sobre asuntos sexuales es incómodo. Esto está relacionado frecuentemente con las familias en las que los padres no son abiertamente afectuosos uno con otro, incluso si sí lo son con sus hijos.
El ambiente permisivo
Por el otro lado, tenemos el hogar donde el tema del sexo es discutido de manera demasiado abierta, con los padres dando a sus hijos demasiada información muy pronto, con temas no siempre acordes a sus edades. En un hogar así, los padres generalmente comparten información íntima con sus hijos acerca de sus propias vidas sexuales y animan activamente a sus hijos a experimentar sexualmente a una edad demasiado temprana como para apreciar las consecuencias emocionales y psicológicas que ello tiene.
El ambiente negativo
En un hogar así, el sexo no matrimonial no sólo es evitado sino tratado como inmoral. Este ambiente puede convertirse en terreno fértil para la homofobia, misoginia y problemas sexuales posteriores, incluyendo miedo a la masturbación, incapacidad para las mujeres de lograr un orgasmo o eyaculación precoz en los hombres.
El ambiente seductor
Las relaciones entre padres e hijos o entre hermanos no son abiertamente sexuales, sino matizadas con un inapropiado nivel de sexualidad, incluyendo la discusión rutinaria de aspectos sexuales inapropiada para su edad.
El ambiente abiertamente sexual
O ambiente de abuso, para llamarlo de otro modo. Este hogar se caracteriza por el contacto sexual inapropiado entre un padre e hijo, este contacto inapropiado sí constituye abuso sexual, incluso si el niño no lo reconoce como tal o lo bloquea. Sea que este abuso ocurra sólo una vez o varias veces a lo largo de período de tiempo, o es realizado por un miembro de la familia inmediata, de la familia extendida o amigos o conocidos, el crecer en un ambiente abiertamente sexual puede provocar un gran daño a largo plazo que impida mantener relaciones sexuales adultas y equilibradas posteriormente. Desde el miedo a la intimidad hasta la ira, falta de deseo o promiscuidad, el superar los daños causados por crecer en este ambiente requiere tiempo, trabajo y terapia profesional.
No podemos cambiar de dónde hemos venido, pero sí podemos cambiar el ambiente que creamos para nuestros hijos.