Ver el rostro de un bebé provoca una respuesta en áreas del cerebro de los adultos que tienen que ver con la emoción, la recompensa y la planificación del movimiento, según un estudio encabezado por el Dr. Marc Bornstein, director de la Sección de Investigación Infantil y Familiar del Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano Eunice Kennedy Shriver en Bethesda, Maryland, los investigadores afirman que el hallazgo puede indicar una inclinación natural de cuidar al bebé.
Los investigadores observaron este patrón en adultos que no conocían al bebé ni tenían hijos propios, estos adultos no tenían hijos propios.
Pero las imágenes del rostro de un bebé provocaron lo que pensamos podría ser una respuesta muy profunda de ofrecer cuidado a ese niño, señala el Dr. Bornstein.
El estudio se publicó en la revista NeuroImage.
Investigadores usaron imágenes de resonancia magnética cerebrales para registrar la actividad cerebral de siete hombres y nueve mujeres mientras veían rostros de bebés y de adultos, caras de perritos y gatitos, y caras de perros y gatos adultos.
Las caras de los bebés provocaban más actividad en ciertas regiones cerebrales que las demás imágenes. Esas áreas incluían la corteza premotora y el área motriz suplementaria, que tienen que ver con la planificación del habla y del movimiento; el giro fusiforme, involucrado en el reconocimiento facial; y las cortezas insular y cingulada, que participan en la activación emocional, la empatía, la vinculación y la recompensa.
El aumento en la actividad cerebral podría ser lo que asegura que los bebés reciban la atención que necesitan, señalaron los investigadores.
El impulso de cuidar a los bebés quizás no se halle en todos los adultos, lo que puede ayudar a entender por qué ocurre el abuso infantil. Es igual de importante averiguar qué ocurre en los cerebros de los que han descuidado o abusado de los niños, comenta el Dr. Bornstein, estudios adicionales pueden ayudarnos a confirmar y comprender lo que parece ser un instinto de crianza en los adultos, tanto cuando el instinto funciona como cuando no.
Fuente: U.S. National Institute of Child Health and Human Development