Una alimentación sana durante el embarazo es importante para la salud de la mamá y su hijo. La comida consumida en este momento de la vida sensibiliza al bebé a dichos olores y gustos.
Y no solo eso: también modifica físicamente al cerebro por lo cual impacta en lo que el niño comerá y beberá en el futuro, concluye una investigación realizada por la Dra. Josephine Todrank
Lo que una mujer embarazada elige comer y beber tiene efectos a largo plazo, para bien o para mal, en la anatomía sensorial, memoria olfativa y preferencias de alimentación en el futuro del niño.
Las conclusiones fueron publicadas en la revista Proceedings of the Royal Society.
La especialista trabajó con un grupo de ratas de laboratorio embarazadas o en período de lactancia, ya que asegura que dadas las similitudes en el desarrollo de los mamíferos no hay motivos para creer que obtendría diferentes resultados en experimentos con humanos.
La Dra. Todrank dividió a los animales en dos grupos, de manera que a uno lo alimentó con una dieta sin gustos fuertes y al otro le proporcionó comidas con sabores muy intensos. La Dra. notó que, al nacer, las crías con esta segunda alimentación tenían ciertas estructuras cerebrales más desarrolladas y elegían comidas con gustos similares a los que sus madres habían experimentado durante el embarazo. Las otras crías no mostraron ninguna preferencia en términos de alimentación.
La exposición al olor y el sabor en el útero genera preferencias pero también da forma al desarrollo del cerebro. Desde el punto de vista del feto, lo que se encuentra en el útero es considerado bueno, ya que si la madre lo comió y sobrevivió para dar a luz entonces es probablemente seguro.
La investigación subraya la importancia de comer una dieta sana y evitar el alcohol durante el embarazo y la lactancia. Si la madre toma alcohol, el niño puede sentirse más atraído porque el feto en desarrollo ‘espera’ que lo que sea que venga de la madre sea sano. Si ella come comida sana, el niño preferirá comida sana.