Cada vez que un político o un personaje es infiel, una de las peores partes es que todo el mundo se entera. Por supuesto, hay ejemplos en cada país, pero para hacer la cosa más clara, tomemos ejemplos universales: el último caso ha sido el de Arnold Schwarzenegger, que acaba de terminar su período como gobernador de California, E.U.A. y del que se acaba de descubrir que es papá de otro niño de 10 años nacido fuera de su matrimonio.
Más ejemplos: Bill Clinton, Tiger Woods, Donald Trump. Todos ellos fueron sorprendidos con el pantalón en los tobillos. ¿Qué tienen en común? primero, claro, su infidelidad. Segundo, sus posiciones de poder.
Y hay una tercera coincidencia: el género, la idea clásica es que los hombres son más infieles que las mujeres, cosa que es cierta si vemos el panorama en líneas generales. Pero un estudio publicado por Psychological Science determinó que aunque los hombres con cierto nivel de poder eran más propensos a ser infieles, las mujeres eran igual de culpables.
Una revista holandesa encuestó a cerca de 1500 personas. De estas, el 58% no tenían ningún nivel de jefatura; el 22% tenía algún tipo de responsabilidad administrativa; el 14% eran mandos medios de empresas y el 6% eran ejecutivos de alto nivel. Los resultados mostraron que mientras más alto era el puesto que ocupaba una persona, más tendía a ser infiel, independientemente de si eran hombres o mujeres.
¿Cuál es la causa de este aumento de tendencia a ser infiel? no son los viajes de negocios, que pueden hacer levantar la ceja de cualquier marido o esposa suspicaz. Tampoco es la personalidad que los lleva a correr riesgos, asociada comúnmente como un rasgo de carácter de liderazgo. Los investigadores asumen que tiene que ver más con la seguridad, y que el género no tiene nada que ver en este asunto.
Entonces viene la pregunta lógica: si las mujeres con poder son tan culpables como los hombres en cometer infidelidades, ¿por qué sus nombres no están en los titulares? la respuesta parece ser la explicación sencilla que da Time: es la falta de mujeres en posiciones de poder. En E.U.A., sólo el 17% de los senadores son mujeres, y de las 500 compañías más poderosas nombradas por Fortune, sólo 25 tienen como CEO a una mujer.
Por tanto, que no veamos tan frecuentemente en los periódicos titulares a una mujer poderosa que ha sido infiel no se debe a que ellas sean menos infieles que ellos. La conclusión más apropiada a todo esto es que, aunque el poder tiene cierta influencia, el género tiene menos importancia en la cuestión de la infidelidad que la que se había pensado hasta ahora.