¿Te has dado cuenta que es una constante que en las maratones más importantes del mundo siempre hay un africano en los primeros lugares? Es más, si das un vistazo a los 10 mejores tiempos en maratones en la historia te darás cuenta de una tendencia: casi todas pertenecen a corredores de Kenia o Etiopía. Y los 10 corredores más rápidos en las carreras de 100 metros son todos africanos. “¡Ah!” seguramente dirás, “es cuestión de genes”. Pues… no.
Los expertos creen ahora que no hay evidencia genética directa que explique sus velocidades. El desempeño de un corredor tiene que ver más con factores socioeconómicos, culturales y medioambientales, de acuerdo a Yannis Pitsiladis, bióloga de la Universidad de Glasgow, Escocia. Las condiciones de vida particulares en Kenia y Etiopía han llevado a sus corredores de largas distancias a romper cada vez más récords.
En un estudio realizado el 2006 y publicado en el Journal of Sports Sciences, la bióloga Pitsiladis descubrió que tres cuartas partes de los corredores kenianos que analizó vivieron a varios kilómetros de la escuela a la que asistieron cuando fueron niños, y tendían a correr al ir a la escuela o regresar de ella, aprendiendo a valorar las distancias recorridas desde temprana edad, también descubrió resultados similares entre corredores etíopes y jamaiquinos como Usain Bolt.
Lo que no encontró Pitsiladis fue alguna coincidencia genética entre los grupos que estudió. Analizó atletas olímpicos buscando el ACTN3 el “gen de la velocidad” que ayuda a los movimientos explosivos en las fibras musculares que se flexionan rápidamente, pero no ha encontrado a ningún campeón con dos copias de la variante del gen que facilita los movimientos veloces. La genética deportiva no tiene capacidad predictiva, el cronómetro ayuda a predecir la victoria o derrota mucho más que lo que la genética sabe hasta la fecha.
El correr largas distancias a pie es parte del estilo de vida africano, eventualmente, esta plataforma sirve como medio de escape de la pobreza y para emular a los héroes. Este fenómeno se trasladará a países más pobres como Uganda y Eritrea. Y si hubieran los mismos elementos socioeconómicos y medioambientales en un país como Alemania o alguno similar, podría verse el mismo fenómeno.
No tenemos, entonces, modo alguno de desligarnos de la responsabilidad y echarle la culpa a la genética. Si tenemos hijos, debemos alentarlos a hacer ejercicio.
Fuente: American College of Sports Medicine